Ella se sentía traicionada, sola e incomprendida. No sabía por qué sus sentimientos sobre David habían llegado tan lejos. Le molestaba pensar el hecho de que ningún hombre había podido jugar con ella, ninguno había podido hacerla perder ese sólido control que tenía sobre su cuerpo y su mente, ninguno había podido hacerle sentir ese tipo de amor al que ella se resistía; pero llegó él, con sus ojos pardos; preciosos ojos que lucían todavía más maravillosos cuando la luz del sol los iluminaba. Él llegó para hacerla suspirar incontables veces e hizo que perdiera esa manera tan elocuente de hablar que, por cierto, impresionaba a muchos; él hizo que ella pudiera darse cuenta de lo hermosa que era; aunque él, en ningún momento, mencionó algo sobre eso.
El sólo imaginar que lloró y sufrió por no haber podido corresponderle al único hombre que la había hecho sentir, era terrible: era el peor de todos los dolores, era un dolor inaceptable. Sin embargo, para ella era tan hermoso recordar esos inusuales pero hermosos momentos cuando él la abrazaba tan fuerte que, por breves momentos, se sentía suya; recibir chocolates y esas miradas insinuándole lo mucho que él la tenía presente en su mente; pero no, todo fue mentira, y eso la hacía entristecer con tanta fuerza que pequeñas gotas de lágrimas recorrían su rostro cada vez que lo recordaba.
-Bien, no es el fin del mundo- dijo Flor, sonriendo y todavía secándose las lágrimas con un pañuelo.
-La verdad deseo que él vuelva con esa mujer a la que tanto ama, no me gusta verlo sufrir- dijo ella, sonriendo con una increíble serenidad que, en mi opinión, demostraba un gran nivel espiritual, la capacidad de perdonar.
Flor quería que pasara algo asombroso, porque después de tanta “tristeza” algo bueno debe pasar. Sin embargo, todo se veía como siempre, aburrido y estresante.
-Ay no, me mata lo normal, por qué mi vida tiene que ser tan aburrida, después de todo Dios me lo debe; me hizo sufrir por ese fulano, y ahora quiero que algo bueno me pase- pensó Flor, un tanto enojada.
-¡Qué diablos! Si yo ni siquiera creo en Dios, ¿o sí? Sí que estoy desesperada. Bien, ya no me queda más sino hacer esa audición. Espero quedar, en verdad quiero bailar e ir a esa presentación en Cannes. Por favor, Dios, Buda, Jehová ayúdenme-.
Mientras Flor se esforzaba en sus peticiones desesperadas, un viejo amigo, al que no había visto desde hace diez años, se estaba aproximando hacia ella; y Flor, sumida en sus pensamientos, no había advertido tan grata sorpresa, cuando de repente un fastidioso “buuu” la hizo saltar rápidamente del banco en donde estaba sentada.
-Hahaha ¡sí que te asusté! Hermosa como siempre. ¿Qué haces? ¿Pensar en lo hermosa que están las estrellas?- dijo Nishu, en tono burlón.
-Sí claro, viendo las estrellas en este mediodía tan maravilloso. De hecho, es un placer verte, ya con diez años sin saber de ti, casi me olvido de que existías-.
-Sabes lo que pasó, y de verdad estaba muy mal, y bueno, por lo que me dices, creo que ninguna de mis cartas llegaron- dijo él, suavemente y mirándola fijamente a los ojos.
-No, ninguna llegó- dijo ella un tanto nerviosa por la mirada de Nishu.
-Te extrañé mucho. Tengo tanto que contarte, Nishu- dijo ella, con un tono de voz suave.
Ambos quedaron mudos por un momento, mirándose fijamente a los ojos y recordando esos instantes de felicidad que tenían antes de que Nishu se fuera a su tan preciado Japón; a causa de unos problemas familiares que implicaban la muerte de sus padres, y por lo tanto la lectura del testamento que dejaron. Todo ese tiempo en Japón se dedicó a estudiar Bioquímica, y a buscar oportunidades para dedicarse a desarrollar su gran talento: bailar.
Nishu tenía dos hermanos idénticos a él físicamente, Haku y Nigi. Sí, ellos eran trillizos; unos trillizos muy guapos que ya se habían acostumbrado a recibir piropos y miradas pícaras por parte de mujeres y de, sí, hombres. Sin embargo, había algo que ellos veían en Flor que los hacía suspirar y estar con ella, siempre. En realidad, se necesitaba de fuerzas mayores para que ellos no estuviesen con ella: Flor tendía a contar con alguno de ellos, así fuese por teléfono. Sin embargo, esto no sucedió con Nishu, ya que sus tíos siempre lo mantenían terriblemente ocupado.
Cada uno de los hermanos fue bendecido con unos hermosos ojos azules, piel blanca, cabello castaño oscuro, y un cuerpo atlético, envidiado por muchos hombres que deseaban la atención que ellos usualmente recibían. Todas esas características físicas junto con lo delicado y protector que era Nishu, hacía que Flor se derritiera por él como chocolate bajo el sol. Algo muy bueno, ya que Nishu parecía hipnotizado por Flor.
Después de tanto tiempo, parecían estar conectados por ese amor de “niños” que sentía el uno por el otro. Un amor incapaz de implicar sexo o caricias que los condujeran a este acto. Sin embargo, ya no eran niños y lo que sentían se estaba haciendo más fuerte que ellos mismos, y el largo rato que ellos pasaron mirándose en el parque demostraba esta fuerte conexión.
-Creo que sería buena idea caminar por ahí, hablemos- dijo Nishu.
Flor asintió de forma sumisa, y así comenzaron su larga caminata, la cual cubrió casi todo el centro de Mérida. Sin embargo, ellos hacían algunas paradas para comer, o bien para tomarse un café. Todo se trató de hablar de sus vidas y de reír de las tonterías que hicieron en el pasado.
Así pasaron todo el día, divirtiéndose y anhelando conocer todo de lo que se habían perdido al no estar juntos. Entonces, llegó la noche, y tiernas caricias empezaron a asomarse: Nushi rozaba la mano de Flor, y ella encantada lo aceptaba; él le daba pequeños besitos en la mejilla, y ella, sonrojada, aceptaba. Hasta que él, repentinamente, alcanzó los labios de Flor, con un apasionado beso que la dejó completamente atónita y confundida.
Ella se sintió mal, ya que en su mente ambos seguían siendo amigos. Por el contrario, Nushi sentía que Flor era la mujer de su vida y necesitaba demostrárselo, de una u otra manera. Él debía dar todo, arriesgarse sólo para saber si ella iba a querer pasar el resto de su vida al lado del único hombre que la había amado, al que en ningún momento le pasó por su mente burlarse de ella.
Además, él viajó a Mérida sólo para ver a la niña que tanto amó cuando apenas tenía ocho años, a aquella niña que, siendo mayor que él, debía proteger siempre. Ese deseo, de ver a Flor, se había hecho realidad, y él no iba a perder la oportunidad de tenerla en sus brazos y protegerla por siempre.
-¡Uy no! Estoy muy nerviosa por la audición que tengo mañana en el Teatro Tulio Febres Cordero, en verdad quiero ir a ese festival en Cannes- dijo Flor, inquieta y esperando haber desviado la atención de lo que había sucedido: ese beso movió todo en ella, aunque no lo quisiera admitir.
Así, Nushi no dejó de pensar en ese apasionado beso, pero sí vio una maravillosa oportunidad para pasar más tiempo a solas con Flor: él era un bailarín profesional muy reconocido, y este conocimiento lo iba a poner a disposición de Flor para no distanciarse de ella. Después de todo, diez años es mucho tiempo, y cuando has dejado a un ser amado hasta diez minutos se hacen una eternidad.
-Pues, Flor, te va a encantar esta noticia: durante los años que estuve en Japón, me formé como bailarín; es más, casi que puedo bailar cualquier tipo de música: Hip Hop, Pop, Salsa, Merengue, Samba, entre muchos estilos más. De hecho, hasta estuve en ballet durante cinco años; así que creo que te puedo ayudar- dijo Nushi, muy alegre.
-¡Qué bien, estoy salvada!- dijo Flor, con gran alivio.
-Sin embargo, aunque no lo creas, soy el director del grupo de baile en el que vas a presentar la audición, así que debes esforzarte mucho, porque tendrás mucha competencia- dijo él, muy severamente.
-Bien, creo que me voy a preparar para rezarle al Buda o a Jehová, a alguien que me ayude- dijo, Flor.
-Si quieres te puedo dar algunas recomendaciones, tal vez mañana en mi casa, ¿Qué dices?- dijo él.
-Está bien- afirmó Flor, con mucha seguridad.
Flor no tenía ni la más mínima idea de lo que iba a suceder esa mañana en la casa de Nushi. Una gran casa donde cualquiera podría perderse, ya que él era poseedor de una parte del bosque porque según él: “el bosque le permitía estar en contacto con la naturaleza”. Además, tenía suficiente espacio para trotar y hacer sus ejercicios de rutina.
Esa mañana al llegar a la casa de Nushi, Flor se dio cuenta de que algo andaba mal, y empezó a hacerse preguntas como: ¿Por qué Nushi habría dejado la puerta principal abierta?, o ¿De dónde provenía ese ruido: eran gemidos, jadeos que provenían de la sala? Flor se asustó; pensó que algo terrible le había pasado a Nushi. Así que avanzó hacia la sala, y vio esa escena que, simplemente, inundó sus ojos de lágrimas: ¿era Nushi?, ¿y estaba en el sofá de la sala con David? Él era el chico del que ella se había enamorado hace mucho tiempo, y ellos estaban haciendo el amor.
-¡Nushi!- exclamó ella.
Él, sorprendido por ver a Flor allí presenciando esa escena tan íntima, interrumpió sus minutos de amor con su novio David, y saltó del sofá.
-¡Flor, déjame explicarte! Yo no soy…- balbuceó
Flor salió corriendo por un corredor que llevaba a la puerta trasera de la casa, a través del patio trasero, hasta llegar al inicio del camino del inmenso bosque. Ella corrió tan rápido como pudo. Ella nunca supo por qué lo hizo, pero algo sí es seguro; ella no prestó atención a lo mucho que se había alejado de la gran casa, hasta que paró de correr, y se dio cuenta de que todo lo que la rodeaba eran árboles, viejos y espeluznantes árboles con musgo y barba que los hacía lucir asquerosos y aterradores.
Flor intentó regresar a la gran casa, pero lo único que hacía era caminar sin rumbo alguno. Flor caminó por horas, pero no parecía estar ni siquiera cerca del patio trasero. Así que ella rompió en llanto: consiguió a Nushi allí con otro y, de paso, se pierde en ese bosque.
-¿Por qué rayos se me ocurrió correr?- dijo ella, en desespero.
Ella se quedó donde estaba, tratando de recordar hacia donde debía ir pero era muy difícil guiarse con tantos árboles a su alrededor; y ya estaba oscureciendo, algo que, de verdad, la aterrorizaba. Sin embargo, a lo lejos, ella escuchaba gritos que llamaban su nombre. Esta era una voz conocida.
-¡Nushi!- exclamó Flor.
Flor empezó a correr tan rápido como podía, buscando, desesperadamente, esa voz. Entonces, empezó a gritar el nombre de su gran amigo Nushi, con esperanzas de que él la escuchara. No le importaba lo que había visto, ni que Nushi fuese gay; ella sólo quería salir de ese bosque, y por eso ella corría con tal angustia que ramas caídas herían sus piernas. Sin embargo, ella en ningún momento paró, simplemente se enfocó en la voz que, tal vez, la salvaría de un sufrimiento o, peor, de una terrible muerte.
-¡Nushi, por fin! Estaba muy asustada. No recordaba el camino de regreso-dijo Flor, con lágrimas en sus ojos.
-¿Por qué corriste hacia el bosque? Es muy peligroso entrar en él sin haber sido entrenado para salir de allí, y tú lo sabes-dijo Nushi, severamente.
- Es que… ¿Por qué me hiciste eso? ¿Por qué? Pensé que te gustaba. ¿Qué significó ese beso que me diste ayer?- dijo Flor, llorando.
-Pero tú me gustas, y mucho. Flor, el que estaba en el sofá con ese tipo no era yo, sino mi hermano Haku. Olvidé mencionártelo, pero él es gay- dijo Nishu.
Flor dejó salir ese gran aliento de alivio. Ella de verdad pensó que era Nushi. Flor sólo imaginaba lo tonta que se pudo haber visto, pero fue algo que no pudo evitar. De verdad le dolió ver al supuesto Nushi con su pasado “gran amor”.
Ya era de noche, y no podían arriesgarse a perderse por la neblina, la que, por cierto, estaba muy espesa. Lo único que los dos podían hacer era ir a una cabaña que se encontraba cerca del lugar en el que estaban. Así que empezaron la corta pero peligrosa caminata.
En el camino veían como el moho se arrastraba sobre las raíces y piedras, y como la barba de los árboles trataban de enlazar la muñeca de Flor. Además, soplaba una extraña brisa que intentaba decir algo, era como si hubiese podido hablar; y lo único que Nushi se preguntaba era por qué eso estaba pasando. Ese bosque de verdad que era extraño. Sin embargo, él nunca quiso escuchar esas historias que la gente supersticiosa contaba siempre que veían nuevos vecinos entrando en la casa, o como él la llamaba: “La Gran Casa”.
-Bien, ya llegamos- dijo Nushi, con alivio.
Pero él habló muy rápido, ya que todavía faltaban unos 20 metros. Sí, creerán que es poco, pero cuando la naturaleza hace lo imposible por no dejarte llegar a un lugar, créanme que ese camino se hace muy largo; y como sucedió en el caso de Nushi y Flor: la neblina se puso mucho más espesa, cayó un gran aguacero que hizo que el camino se tornara lodoso, y por lo tanto difícil de andar, y la barba de los árboles no sólo alaban la muñeca de Flor sino su cabello y cuello. Además, el moho se movía lentamente hacia ellos, tratando de cubrir sus pies.
Cuando por fin llegaron a la cabaña Nushi se dio cuenta de lo maltratados que estaban. Sin embargo, lo que le preocupaba era que el moho había logrado tocar una gran herida que tenía en su pie; pero él no dijo ni una palabra de esto para no asustar a su Flor. Entonces, se rasgó la camisa y cubrió la herida con la tela. Ahora lo que más importaba era Flor: ella estaba muy asustada, y de vez en cuando preguntaba cosas como: ¿vamos a morir aquí? o ¿podremos salir de este bosque?
Nushi se sentía impotente al no poder hacer nada para tranquilizar a Flor. De hecho, ella se había dado por vencida: pensó que no iba a poder salir ahí; y lo más triste es que Nushi creyó lo mismo, por un momento; debido a que el frío estaba haciendo estragos con los dos. Flor estaba muy herida, y a Nushi se le estaba infectando el pie con una rapidez increíble.
-No puede ser, ¡Gangrena!- dijo Nushi, aterrorizado.
-¿Qué? No puede ser, esto no puede estar pasando. Además, no podemos ver nada; ni siquiera hay una vela en esta maldita casa- dijo Flor, débil pero enojada por todo lo que estaba pasando.
En ese momento Nushi rozó la mejilla de Flor con sus manos, y le dijo toda la verdad. La verdad sobre la muerte de sus padres. Una verdad que él no quería creer y que había mantenido en secreto durante mucho tiempo; pero que ahora tenía que aceptar y admitir.
Los padres de Nushi pasaban todas las vacaciones en Mérida, la ciudad preferida entre todas las de Venezuela. Así que, ellos decidieron invertir, comprando una casa muy antigua pero hermosa en esa ciudad: su hermosura radicaba en que la estructura, el hecho de tener un jardín inmenso y ese gigante bosque, la hacía ver misteriosa, y según cuentan los vecinos, la señora Sakura y el señor Yamato se fueron de picnic al bosque, a la supuesta hermosa cabaña de “La Gran Casa”, y no volvieron. No encontraron cadáveres, ni siquiera rastros de sangre; lo único que pudieron encontrar fue la comida en la cesta, toda estaba llena de moho y lodo. “Una escena del crimen muy extraña”, según los forenses.
Después de haber dicho todo esto Nushi no hizo más que abrazar a Flor, le dio un apasionado beso en la boca, y le dijo esas tiernas palabras: ¡Te amo!.
-Necesito que cierres los ojos y me abraces muy fuerte- dijo Nushi, ya pálido por el insoportable frío.
Acto seguido, la puerta de la cabaña empezó a temblar, la neblina huyó del bosque, los árboles se agitaban con gran furia; tanto, que las barbas de los árboles caían al suelo y se arrastraban para llegar a la cabaña. Éstas se deslizaban debajo de la puerta, y alaban las muñecas de los enamorados tan fuerte que había empezado a brotar sangre de ellas. Además, la barba de los árboles parecía absolver la sangre que brotaba de sus heridas.
Mientras tanto, Nushi y Flor seguían abrazados, suplicando que no fuesen a morir; no en ese momento de sus vidas, en el que sólo querían estar juntos. Estas súplicas parecían ahuyentar a esas extrañas criaturas que querían opacar todo lo que habían vivido, y todo lo que les tocaba vivir.
Ese día al amanecer, ambos despertaron, y vieron a Haku entrando por la puerta. Éste estaba sorprendido, ya que él sabía lo que le había sucedido a sus padres. Sin embargo, Nushi y Flor no tenían ni un rasguño pero sí una cara de terror que hizo entender a Haku que el solo hecho de que siguieran vivos era gracias a la suerte, a Dios o al Buda, quien sabe.
A continuación los dos sobrevivientes se levantaron con gran trabajo, y salieron de la cabaña, y lo que vieron, simplemente, los espantó: el musgo y moho de las piedras adoptaron un tono rojizo, la barba de algunos árboles estaban completamente rojas, y ellos apenas podían caminar con la poca sangre que quedaban en sus venas.
Los tres decidieron no mirar más e irse hacia “La Gran Casa”. Al llegar, Nushi tomó la decisión de desalojarla; no pretendía venderla, ya que él veía esto como una maldad hacia los posibles compradores. Así, todos los implicados, David, Haku, Nushi y Flor, empacaron inmediatamente sus cosas, y al otro día dejaron la casa; y aunque parece loco, Flor creyó ver que parte de la casa estaba cubierta de moho y barba de árbol, haciéndola lucir vieja, no antigua, sino anciana y decrépita. Todo ese misterio que atraía a la gente había desaparecido, ese misterio, ese alimento que la casa buscaba en la sangre.
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