Con la colaboración entusiasta de Suai, el hombre se construyó un par de muletas y como todo en él era prodigioso, aprendió a equilibrarse con gran maestría. Tras esto, sus ansias de recorrer la angosta playa, circundada por enormes roqueríos, se transformaron en una fascinante realidad. Maravillado por esa naturaleza agreste, lejos del barullo de la sociedad que tanto lo había aplaudido y vitoreado, se sentía pleno –valga la ironía.
El hombre y su salvadora, paseaban todas las tardes por las sinuosidades de aquel perdido refugio y gozaban de esa complicidad. Él le narraba situaciones de su vida y ella escuchaba divertida. Aquel, era para ella un loco simpático, un ser que irradiaba alegría, pese a todas sus carencias.
Aquella mañana, sucedió algo que trocó toda esa liviandad en un oscuro pasadizo de terrible confusión. Un avión sobrevolaba la zona aunque muy lejos del refugio. Fue entonces que el rostro deforme del tipo se transformó en una máscara de pálida aflicción. La mujer se percató de aquello y abrazándolo con suavidad, le preguntó que le sucedía. El hombre primero se tendió en la arena y para sorpresa de la mujer, comenzó a sollozar y era tal el dolor que se desgranaba de aquella visceral manifestación, que la bruja temió que su compañero hubiese perdido la razón por completo.
El hombre aquel, había recobrado su memoria y ahora lloraba y clamaba por sus compañeros, sollozaba a mares por la gente que le daba por perdido y que jamás aceptaría que ese monstruo irreconocible era él. La mente humana es aún un mundo inexplorado para los científicos y este episodio corrobora todo aquello. ¿Cómo un ser mutilado puede sentirse satisfecho de su existencia, hasta que un hecho fortuito gatilla algo dentro de su cerebro, y él, sin pensar en su desgracia, llora por los que ama y se desconsuela porque intuye que jamás recuperará dichos afectos?
Los años han transcurrido. La gente, ese mundo abigarrado que se sacia de mercadería fútil, ya ha olvidado la figura de aquel gran animador. Los familiares, le recuerdan con dolor y nostalgia. La pérdida fue irreparable, total, devastadora.
Lejos, en un punto ignorado, un ser deforme pero siempre afable, se debate entre el regreso al mundo del cual salió, arrastrando sus lacras o la definitiva permanencia en ese paraíso de dulce y agraz, que le birló gran parte de sus sueños, pero que le dejó, a cambio, a un hijo que posiblemente será tan libre como lo es ahora él, junto a su salvadora, la enigmática Suai…
¿FIN?
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