Mirinda y sus planes


Recién al anochecer Mirinda se atrevió a bajar del árbol. Su mente era un torbellino de ideas y no lograba sacar nada en limpio.
¿Porqué la gente en esta ciudad creía ver en él a un ser querido que había muerto?
¿Porqué no le sucedió lo mismo en Buenos Aires o Ciudad Autónoma o como carajo se llame?

¡Que desahogo sintió al decir la palabra carajo! Así era como escuchaba maldecir a la gente común.
Necesitaba hablar con alguien. Desahogarse con algún ser humano que lo comprendiera.
Recordó entonces al tío de Rocío, Lucas se llamaba y era ciego. Así fue como después conoció a Rocío que le entregó su amor sin saber nunca que
él era un extraterrestre. Lucas sí lo supo, porque se lo confesó desde el primer momento.

Ahora seguramente Lucas estaría muerto ya que era mucho mayor que su sobrina y Rocío tenía 80 años. Ningún humano vive más de 100 años decían las estadísticas.
Tenía que ver a Rocío y hablar con ella. Le contaría toda la verdad y le propondría que se fuera a vivir con él.
En su planeta nadie lo esperaba. Solo tenía a la que él llamaba su novia, pero en términos terrícolas, solo era una buena amiga. No existían el amor ni el sexo allá.
La reproducción la efectuaban los jerarcas y a cada pareja de amigos que lo solicitaban, le entregaban siete u ocho bebés que obtenían por medio de incubadoras.
Ellos no se decidían todavía a tener esos hijos, por el trabajo de Mirinda, que tenía que viajar por todo el universo supervisando a los planetas colonia.

Ahora Mirinda que conocía los usos y costumbres humanas, deseaba cambiar para siempre y ser un terráqueo más. Y lo deseaba hacer con Rocío, su primer y único amor.
Estaba dispuesto a hacer lo que nadie se atrevía en su planeta, aunque para eso tendría que contar con la aprobación y la ayuda de Rocío.
Decidió verla esa misma noche.
Caminaría entre las sombras para que nadie se fijara en él y en el geriátrico sencillamente treparía por las paredes y la buscaría.
Estaba dispuesto a todo por su amor…