Un hombre lleva una bolsa negra de plástico parcialmente inflada, sostenida por el cuello que le había formado, y dentro de ella, también sostenida por la misma mano una vara introducida en la bolsa. Graciosamente el hombre hace con un pequeño silbato (que evidentemente ofrecía a la venta), extrañísimos ruidos que daban la sensación absolutamente auditiva de un gato batallando por escapar de la bolsa. Al mismo tiempo el hombre ejecuta coordinados movimientos con la vara dentro de la bolsa que simulan un gato retorciéndose espantosamente dentro de la bolsa vacía.
Me burlé sin ningún recato de la mañosa manera de querer vender los silbatos. Fui retado por aquel individuo. –haber mete la mano.
Sonreí manteniendo mi tono de burla.
Me atreví por supuesto, había que verme en aquellas actitudes en las que jamás he permitido que un reto, por nimio que este sea, me haga quedar por un cobarde.
Como cuchillas afiladas, las garras de aquel gato imaginario se clavaron en mi mano y mi antebrazo. Dolido y avergonzado me retiré a toda prisa con el brazo sangrando y el orgullo hecho trizas.
En la lejanía el hombre ante su público mostraba la bolsa completamente vacía.