Pica el frío mañanero en las mejillas, mientras se retrasa el camión para la descarga. El sol es algo que asoma por encima de los tejados, pero nada llega a este callejón, espaldas de supermercado.
Uno nuevo, no sé el nombre, se ha quedado clavado.
Todos tratan de moverse. Hablar, decir algo, cualquier chorrada. Agitamos el tronco ridículamente. Una calada. Algún pataleo. Algún chiste malo. Alguna carcajada que exageramos.
Éramos cinco, cinco moviéndonos de un lado a otro, tratando. Cinco más uno. El tipo nuevo. Simplemente quieto.
Alguien dijo algo de la mujer de otro, otro dice que miró y no le salía las cuentas de las pagas prorrateadas, el partido del domingo. Pero él, quieto, mirando al suelo.
Es joven, veinticuatro le echo, quizás estudiante. Es guapote. No es que me vayan los tíos, ya sabes, pero es de esos con rostro frágil pero firme. De esos tíos que le interesan a las mujeres. A los cara de pared como yo, nadie echa cuentas, nadie cree que tengamos nada interesante detrás: una pared es una pared, si quieres saber qué esconde, sólo tienes que girar la esquina y… probablemente lo que encuentres sólo sea más pared.
Es normal, cuando eres nuevo… En unos días se olvidará. Cuando se le escape su nombre a alguien, cuando pille el humor de aquí abajo, cuando. En unos días dejará de mirarse en los charcos. Dejará de pensar que hay un mundo ahí fuera. Dejará de pensar que pasan cosas fuera de la carga y la descarga, del supermercado, del olor del amoníaco cuando toca limpieza del almacén… Qué más da.
Mientras, es un poste inclinado. Mierda de melancolía detenida. Por eso nadie habla con él. Por eso no nos acercamos ninguno. Da miedo.
Es oscuro.
No sé nada del lugar del que saca esa mirada.
No tiene nada.
Está vacío.
Aún no ha olvidado.
Aún no tiene callos
ni sabe a qué se dedica el sindicato de la empresa.
Aún está en el pasado
En el día de ayer,
cuando firmó el contrato
y, tal vez,
hasta se alegró.
Me hace recordar.
A todos. Y
ni nos acercamos.
El primer día
es el puto primer día hecho tío
la primera vez.
Horrible.
Yo tuve un primer día. No recuerdo qué era de mí antes. Sí, hay datos, pero no sabría bien… ¿Cuántos trabajos tuve antes que este?, ¿cuántos uniformes con el logo de la empresa? Pero la sensación… Esa mierda, es la misma.
Le diría: colega, márchate de aquí. En serio, joder que si se lo diría. Mierda. Pero eso sólo funciona en la tele. En la tele sólo sacan el principio de las cosas. En las pelis, sólo nos muestran la primera vez de una pareja. Si se escapan de la cárcel, nos muestran la huida, pero no qué hay que hacer después para encontrar trabajo. Si se pierden en una isla, no muestra qué pasa cuando vuelven a casa. Sí, ¿qué pasa cuando te has perdido en una puta isla pero llevas dos, tres, cinco, veinte años otra vez en el curro de siempre? La tele es la fantasía de alguien.
Alguien que no está aquí.
Alguien que tendrá su curro. Su mujer. Su coche. Su loquesea. Y querría cambiarlo. Querría deshacerse hasta de su puto perro, seguro. Pero, el muy cabrón, hace que los demás también queramos sacárnoslo de encima: has trabajado como un cabrón para pillarte un coche, pero no, ahora quieres otro; has vivido de todo con tu mujer, pero ahora querrías otra, una pava más joven, de patas más largas y culo más duro;…
La tele es la puta mierda mental de alguien, que no quiere hacer una serie de gente que trabaja en algo, lo primero que encuentra, que vive con su mujer, y no le pone los cuernos, simplemente vive con ello. La puta tele sólo te muestra un camino fracasado. Pero aquí, muerto de frío, esperando al camión para destrozarnos la espalda, no hay otro lugar a donde ir.
El chico oscuro. Me gustaría acercarme,
agarrarle del cuello de ese mono que ni rellena
y decirle: joder, espabila, la vida no es una peli porno.
O sí, pero eres la pava rubia
que se cree que va a poder andurrear siempre así
con esos trajes
con esos aspavientos de caderas,
con ese aire,
hasta que un tipo que empala
y te termina en la cara.
Joder, chico oscuro. Mierda.
Cara de espanto, no tienes a donde ir.
Mírame, chico guapo,
de aquí no se sale.
Ni siquiera es un castigo,
simplemente
es para siempre.
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