He perdido la noción del tiempo, he olvidado mi pasado, he abandonado mis recuerdos. Lo más antiguo que registra mi memoria es, subir caminando una colina y encontrarme con este muro que abarcaba toda mi visión de izquierda a derecha y se pierde en ambos extremos en el horizonte.
El muro tiene una altura de unos quince metros, esta hecho en piedra y aparentemente sin argamasa, se levanta perfectamente vertical, generando una agradable sombra por la mañana.
La primera vez que lo vi, hace muchas semanas o meses atrás (¿o quizás fueron años?), supe que tenia que franquearlo. Me detuve para explorarlo, piedras gigantescas perfectamente encastradas unas con otras me recuerdan fotos observadas del trabajo de los incas en el alto Perú. Su color gris oscuro genera admiración y un poco de temor. Lo toco con las manos, frío, frío y suave, la roca esta pulida en su exterior, no se decir si por trabajo de los constructores o si por el paso del tiempo y el efecto de lluvias y vientos. Pero allí está, silencioso, orgulloso, fuerte, sin una muesca de debilidad aparente.
- A la izquierda – me dije.
No se porque, en realidad daba lo mismo, hasta donde alcanza la vista no se observan puertas ni variaciones en la construcción hacia ninguno de los dos lados. Entonces empecé a caminar a la sombra del muro.
Los días fueron pasando, el sol de la tarde me pega en mi costado izquierdo, camino observando las piedras del muro, buscando una falla, una grieta, hasta un pequeño musgo o planta que se adhiera a las uniones de las rocas, pero nada.
Cada tanto me cruzo con algunos animales de granja y hasta aldeanos de pueblos vecinos. Estos últimos me miran indiferentes. Hace tiempo, ante estas presencias humanas, me detuve a inquirirles.
- ¿Que sabe del muro?, ¿Desde cuando está?, ¿Quién lo hizo?, ¿Cómo se entra?, ¿Tiene puertas?, ¿Que hay detrás?
Todos mis interlocutores me miran igual, todos reaccionan de la misma forma, levantan los hombros aburridos, y los más locuaces me contestan
- No se
Un anciano un tanto más conversador me dijo.
- Ya existía en la época de mi abuelo, y él tampoco sabía que antigüedad tenía.
A nadie parece interesarle, lo miran como si fuera un accidente natural, una montaña más, una cañada o un río.
He abandonado la idea de recibir información o ayuda por parte de la gente para cruzar el muro, aparentemente este es solo “mi Muro”.
A veces percibo en mi largo caminar que el muro parece curvarse. Y debe ser así. Desde hace unas semanas he notado que, temprano por las mañanas estoy caminando frente al sol. Las mañanas frescas de caminata a la sombra del muro han acabado. No resulta difícil concluir que, cuando decidí tomar la izquierda empecé caminando hacia el sur. Hoy camino rumbo este, y el tiempo pasa. Por las noches busco el rincón entre el suelo y el muro, y duermo con mi costado apoyado en el.
Soy el único en esta extraña y obsesiva cruzada. No me he encontrado con nadie caminando pegado al muro. A las personas de las aldeas vecinas, el muro y mi presencia les resulta totalmente indiferente.
Desde hace dos semanas tengo compañía, una perra. No se en que instante apareció, a los efectos prácticos pudo haber salido del mismo muro. Su color gris oscuro la hace difícil de distinguir de la pared. Desde el momento que la descubrí, caminando detrás de mí como un fantasma, he vuelto hacia atrás para ver si se me había escapado algún hueco en la pared que no hubiera advertido, la búsqueda resultó infructuosa y retome nuevamente el rumbo original.
“Piedra”, camina detrás mío en silencio, cuando me detengo ella hace lo mismo. No es agresiva pero tampoco muy sociable, de hecho aún no he podido tocarla. Cuando lo intento se aleja. Por las noches cuando me acuesto se hecha al piso a unos metros y juntos miramos al cielo viendo girar las estrellas en su eterno camino por el firmamento.
“Este muro debe tener un propósito” me digo en voz alta, los muros protegen o defienden algo. Ya es mucho más que un obstáculo en mi libertad de caminar. La obsesión ha superado largamente a la curiosidad. La rebeldía me obsesiona. Soy conciente que camino rumbo norte, imperceptiblemente con el pasar de los días el sol me castiga nuevamente en mi costado izquierdo, pero ahora lo hace solo por la mañana.
Piedra poco a poco va confiándose más, en las esporádicas excursiones a las aldeas vecinas en busca de agua y alimento me espera pacientemente a la entrada del pueblo y cuando vuelvo con las provisiones mueve la cola tibiamente… como dije, Piedra no es muy expresiva.
Hace unos días que Piedra esta inquieta, recorre el muro olfateando y a veces ladra con ansiedad. Por las noches gime dormida.
El muro gira nuevamente, el sol pasa saliendo por mi espalda y poniéndose ante mis ojos. Claramente el muro encierra algo. Intuyo que de continuar mi camino volveré al lugar donde empecé a recorrerlo. De pronto escucho los ladridos de Piedra unos metros adelante.
Un arbusto crece al lado del muro. Piedra desaparece dentro del arbusto. Me asomo y encuentro lo que hace tiempo buscaba.
Una extraña grieta, una especie de túnel se adentra en el interior del muro. Hace meses que he abandonado la idea de seguir mi camino original. Soy conciente de que, si realmente hubiera querido seguir mi camino inicial hace varios días que debería haberme alejado del muro girando a la izquierda y siguiendo el camino que tenia antes de verlo, pero mi antiguo propósito ya no lo recuerdo, mi único sentido en la vida es conocer el interior del muro. Sin dudarlo me interno en el túnel.
No se cuanto tiempo llevo arrastrándome por el piso, el aire enrarecido y la sensación de encierro me asfixia, el túnel sube y baja, gira en un sentido y otro impidiendo ver el final del mismo, si es que existe.
Unos ladridos me anuncian que Piedra esta adelante y me espera. Salgo de una curva y veo luz. He llegado al final. Al fin estoy dentro del muro.
El paisaje no ha cambiado nada, colinas, valles, y la pared que se extiende a mi espalda de horizonte a horizonte. Esperaba encontrar un mundo distinto, pero no.
Piedra ha desaparecido, a lo lejos una aldea y unas ovejas se distinguen en un valle cercano. Me aproximo a un aldeano, un anciano, y lo interrogo. El viejo me contesta.
- No se. Ya existía en la época de mi abuelo, y el tampoco sabia que antigüedad tenía.
Un frío recorre mi espalda.
- Usted sabe que hay un mundo fuera?
- El hombre me mira unos minutos como si estuviera loco y me responde:
- ¿Fuera?, Joven, esto es “fuera” y no, no se que hay “dentro” del muro.
Vuelvo al muro confundido. Encuentro a Piedra acompañando a una persona caminando por el borde del muro. Los observo con fascinación, un nudo se me cierra en la garganta. El hombre que camina con Piedra tratando de salir (o entrar) soy yo.
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