SIMBIONTES.

Cien, entre ninos y ninas ectaxiados seguian al flautista; el sonido de su instrumento los hacia casi volar por el camino sin sentir cansancio alguno.
De pronto la musica ceso, el infantil desfile se detuvo frente a dos encinas que sujetaban este cartel:
“BIENVENIDOS AL PAIS DE NUNCAJAMAS”.
Su guia bajo ambos brazos, se doblo en aparatosa reverencia, luego hizo danzar su mano derecha invitandolos a entrar por un sendero de cesped.

Cada uno degusto los damascos o manzanas, que apetitosos los esperaba debajo del arbol determinado. Saciados de la sed, el hambre y el cansancio dirigieron la mirada al casual anfitrion. Este se incorporo de un salto dio dos golpes con sus manos y decenas de roedores surgieron por podas partes abalanzandose sobre los desechos que los ninos dejaran. Luego al son de una suave melodia guio a sus huepedes a un campo de nubes donde todos cayeron dormidos.

Los dias transcurrian apacibles, los ninos lo seguian sin chistar al son de su musica por los diferentes paisajes del encantado pais, y las ratitas a prudente distancia los escoltaban a la espera de su propio sustento.

Al paso de las estaciones el alimento se hizo escaso, tambien les faltaba ropa de abrigo. Muchas veces un grito y un manotazo espanto a alguna rata insolente que se acerco demasiado. Como se sabe en estos roedores la reproduccion es demasiado rapida; habian triplicado la poblacion inicial.
Algunos pequenos fueron mordidos para que soltaran luego su alimento. Los insaciables ya no se mantenian en fila esperando; ahora circundaban al grupo y varios guiados por un macho marron hasta se introducian en el circulo a apurar la donacion. El musico en tanto se paseaba intranquilo mirando este cuadro, obra de su propia mano.


Cuando la situacion se torno critica, el flautista sorprendio al centenar de secuestrados con extranos y sabrosos guisos. Algunos vieron con alivio que los roedores se mantenian a raya. En los dias siguientes, ninos mas perspicaces notaron que faltaba algun amigo, y que las ratas ya no se les acercaban. Por fortuna el musico les seguia cocinando, pero se le veia cansado.
De pronto las ratas no aparecieron, pero nacio el temor al ver que cada dia les faltaba un companero o companera de cautiverio.
La musica del flautista les resultaba tediosa, ya lo unico que deseaban era volver a sus casas y se lo dijeron.
-El arte solo alimenta el espiritu. Pueden irse siguiendo al sol. E ignorandolos volvio a tocar sus melodias, como si nada.

Los chicos agradecieron su hospitalidad y comenzaron a seguir al sol, pero al mirar atras vieron un tropel de ratas seguiendolos.