Llegó Pedrito con un saltamontes dentro de un frasco y fue la sensación del curso. La profesora nada dijo y estudió la reacción de los niños. Algunos intentaban tocar al pobre bicho, el que se agazapaba dentro de su celda de vidrio. Otros niños reían nerviosamente y la mayoría contemplaba la escena con curiosidad. Después de toda esta tremolina, la señorita Larson pidió silencio y cuando los niños se quedaron muy compuestos en sus pupitres, les narró la historia del niño que atrapó a una mariposita de bellos colores y al intentar introducirla dentro de una caja, el bello insecto sorpresivamente comenzó a articular unas apenas audibles palabras. ¿Qué cómo sucedió eso? Nadie lo sabe, ya que en los cuentos todo puede ocurrir y el que intente encontrar alguna explicación a ese extraño suceso, nada sabe de la mecánica de esas entretenidas narraciones. Pues bien, el pequeño aguzó el oído y escuchó lo siguiente:
-Dime niño, ¿a ti te gustaría que un gigante te tomara con sus manotas y luego te colocara dentro de un cesto?
Percival, que así se llamaba el pequeño, se dio cuenta que la que así hablaba era la mariposita y sólo atinó a mover negativamente su cabeza. Entonces, el colorido insecto dijo: -Pues entonces, libérame, pequeño niño.
Así lo hizo Percival y escuchó de nuevo la voz de la mariposa:
-Ahora, ambos somos libres.
Cuando la profesora Larson terminó su narración, el niño que traía al saltamontes se levantó y pidió permiso a su maestra para salir al jardín. Cuando regresó, la profesora se dio cuenta que su frasco venía vacío. El menor había aprendido la lección.
Cuando la clase prosiguió, quiso la fortuna que ingresara una mariposa nocturna, que pese a no tener las alas irisadas como sus congéneres diurnas, no carecía de belleza. Los niños se inquietaron y quisieron atraparla. Entonces, la profesora Larson les pidió que se calmaran y que no intentaran hacerle daño a una criaturita que merecía vivir, al igual que cada uno de ellos. Los chicos entendieron que la señorita Larson tenía razón y contemplaron las evoluciones de la mariposa. La profesora continuó hablándoles de los derechos inalienables que tiene todo ser viviente y mientras continuaba con sus palabras, abrió de par en par una ventana y con un trozo de cartulina, alentó al bichito para que saliera.
-Sal, pequeño ser alado y recupera tu libertad. ¡Vuela! ¡Vuela!
El insecto sobrevoló por sobre las cabecitas curiosas de los niños y salió por ese espacio de luz que se le ofrecía. Todos aplaudieron de contento, pero esa dicha duró lo que duró el insecto en el pico de un pájaro que se cruzó con él y que se lo despachó en un dos por tres.
La profesora se quedó alelada, sospechando que la lección enunciada recién se había desplomado por el peso de su propia inconsistencia, lo que adivinó en los ojos de esos alumnos que la miraban con un gran signo de interrogación en sus pupilas…
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