Héctor revisa los detectores de sondeo profundo,
ahí están las rocas inertes de siempre,
el espacio obscuro y frío,
repleto de vacío y escoria congelada.
Héctor chequea los niveles de oxigeno en las bahías de carga,
aceptables aunque la temperatura es baja… diez grados.
Viglia aparece a su diestra,
le pregunta algo y el contesta que no sabe,
el sistema de asistencia estructural presenta la situación de los receptáculos habitables,
ciento treinta y siete desocupados,
cuarenta y seis ocupados,
mejor no entrar en detalles… mejor no recordar lo que sucedió.
Héctor le dice a Viglia que debe ir a las bahías de carga,
que se ponga el traje porque hace frío,
ella asiente monótona,
Héctor queda solo en el puente de mando,
con la adversidad negra en las pantallas,
en las claraboyas,
como una niebla toxica filtrándose por un ventanal arruinado.
Pero Héctor es uno de esos veteranos curtidos,
acostumbrado a la visión inquietante del hielo eterno.
- Viglia… revisa la esclusa veinticinco. El sistema reporta una filtración.
- Ok…
- De vuelta ¿puedes traer un Cabernet
Sauvignon?.
- … ¿Qué celebramos?.
- Tu cumpleaños…
- Ahh… se me había olvidado.
- Parece.