Nuestra relación había sido como un cuento de hadas. Desde que le conocí supe que era la persona que me haría feliz. Y para ser sincera fui muy feliz a su lado.
Salíamos por las tardes a pasear por la Alameda, comíamos un helado y charlábamos alegres. Intercambiábamos puntos de vista y siempre terminábamos de acuerdo en todo. Hay quienes dicen que si una pareja siempre está de acuerdo en todo sería muy aburrido, pero no saben lo que dicen.
Un día, sin saber cómo ni por qué, nos besamos. Fue el beso más hermoso, un beso con tal intensidad que jamás habíamos sentido. Con el paso del tiempo comenzamos a sentir otras necesidades, ya no nos conformábamos con un beso, ni con dos, ni tres... Las caricias nos parecían poco, y entonces dimos el paso.
Desde aquella ocasión cambió nuestra vida, dejamos de ir a la Alameda a comer helados y a charlar, comenzamos a frecuentar un motel a las afueras del pueblo.
Y la gente comenzó a hablar. No sé cómo, porque siempre nos cuidamos para no hacer notorios nuestros sentimientos, pero cuando la gente comienza a hablar nada le para.
Su celular dejó de funcionar, no se conectaba al messenger, llamaba a su casa y me decían que no estaba, sólo eso, que no estaba. Entonces fui a buscarle a su casa, su padre abrió la puerta y me dijo que no estaba, que había salido a vivir lejos de allí, que no le encontraría más, que dejara de buscarle... Que no molestara más en esa casa, que porque... su hija no era lesbiana. Yo sé que ella me ama igual que yo a ella, así que no dejaré de buscarle.
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