Se levantó esa mañana abrazada a su cuerpo, enredada en sus brazos, ceñida a su alma. Ella no imagina una mañana sin él. No imagina ni un solo segundo de su vida sin la mirada transparente de su amado.
Él es tierno, alegre, inteligente, sus ojos claros la enamoran su cabello desparramado en las mañanas le encanta.
Prepara el desayuno para ambos, y cuando lo tiene listo se lo lleva amorosamente a la cama. Apoya la bandeja un momento para liberar sus manos y poder así tocar su espalda desnuda, adormecida aún.
Con besos suaves en la mejilla que aparece entre las sábanas, ella intenta despertarlo, sabe que él solo aparenta dormir aún, para eternizar la calidez de los besos de ella que a él tanto le gustan. Saca un brazo y la toma de la cintura, la aprieta, la atrae hacia él, la besa con ternura infinita. Acariciándose, tocándose, amándose en esa mañana de invierno ambos empiezan un nuevo día juntos. Enamorados.
Sin dejar de mirarse desayunan aliviados el café con tostadas que ella antes lo preparó. Se acarician con las miradas, llenan de sonrisas sus rostros, se despiden como siempre con un beso y salen a la vereda, ambos se dirigen a sus trabajos, ellos vuelven a su día a sus responsabilidades, a su mundo sutil, para volver con mas ansiedad a la noche a su hogar lleno de luz, porque el amor que hoy los une ilumina cada uno de los espacios de su casa.
Dejó caer la taza y el ruidoso impacto contra el piso hizo que ella se diera cuenta que el tiempo había pasado muy rápido y debía llegar a su trabajo a tiempo.
El recuerdo se esfumó en la habitación, en el golpe de la taza contra el piso.
Había sido inmensamente feliz en esos años, pero todo había terminado. Sus mañanas ya no eran iguales y su soledad estaba tan presente. La vida se le había tornado tan vacía que solo lo llenaba con cálidos recuerdos que evocaba en cada mañana al servirse el café cotidianamente.
Apagó la televisión, tomó su abrigo, cerró la puerta y salió a la calle, el aire frío de esa mañana la entristeció. Respiró profundamente y se perdió entre la gente, en el trajín corriente de todo el mundo que no repara en los ojos tristes de ella.
Camina silenciosa llevando en su cuerpo, en su corazón y en su cabeza el frágil recuerdo de él, sabiendo que nunca volverá a verlo. |