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Inicio / Cuenteros Locales / LeonorAyalaS / La flor mágica de Arelí

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Arelí era la princesa de un castillo. a pesar de su corta edad gustaba de mantener los jardines del palacio. Sólo ella sabía que en uno de los jardines habitaba un hermoso rosal que además de hablar con su amiga Arelí procuraba las más hermosas rosas del reino.
Cierta tarde de primavera, Arelí pidió al rosal que le diera una flor especial, quería regalarla a su papá el rey, porque faltaban pocos días para su cumpleaños. Querido rosal, dijo Arelí, yo se que todos los días trabajas mucho para hacer brotar las mas hermosas flores del reino, pero quisiera pedirte un favor muy... muy especial: Se trata de mi papá, dijo, en breve será su cumpleaños y me gustaría darle una flor diferente, algo nunca visto, me puedes ayudar? Claro que sí puedo mi querida amiga, pero me niego a hacerlo porque tu padre, el rey, se ha convertido en un gobernante necio y egoísta que maltrata y recarga de impuestos a su pueblo. Por favor rosal, tienes que ayudarme... Si me ayudas, usaría contigo el mejor de los abonos y cortaría con mayor esmero las malas hierbas que crecen a tu alrededor y en todo el jardín.
Tardó en convencer al rosal, pero al fin, decidió aceptar. Eres noble princesa, dijo el rosal y pidió a Areli que regresara al caer la tarde siguiente.
Arelí acudió a la cita, el hermoso rosal, le entregó una planta de un color verde muy brillante, de fuerte tallo y en la punta un capullo de alegre color amarillo. Arelí, decepcionada, no ocultó su descontento y preguntó que clase de flor era, a lo que dijo el rosal que se trataba de una flor del desierto y explicó que al abrir el capullo aparecería una flor de un color naranja que despide un delicado aroma que impregna la habitación donde se encuentre. Pero esa flor crece y muere en unas cuantas horas, aún cuando su singular aroma perdura por meses.
Unos días más tarde comenzaron los preparativos para los festejos de cumpleaños del rey. Muchos de los súbditos tuvieron que colaborar a fuerzas en los arreglos para el castillo. Las órdenes del rey se escuchaban por todas partes en un tono prepotente, ordenaba colocar las mesas y preparar el camino para el desfile. El derroche del rey era evidente y para disponer de más dinero para su fiesta creó un nuevo impuesto. Mientras tanto, la princesa Arelí mantenía escondida la flor del desierto.
El día del cumpleaños, Arelí llevó a su padre el regaló que le tenía preparado, le entregó la flor del desierto en su habitación con una gran sonrisa. El rey estaba tan preocupado por los detalles del desfile que no puso mucha atención en el obsequio ni en las explicaciones de su hija.
Antes de la medianoche cuando la planta debió abrir su capullo iniciaba el gran desfile en honor al rey. majestuosos elefantes encabezaron el evento, le siguieron hermosos caballos, malabaristas, alegres bufones, una larga fila de finos carruajes. La gente participaba por temor al rey y no porque quisiera transmitirle sus parabienes por el cumpleaños. En el banquete se sirvieron suculentos platillos, un gran lechón estaba dispuesto al centro del salón, platillos de diversos sabores, mucho vino y bebidas exóticas preparadas para tal ocasión. El banquete, cabe señalar, estaba abierto sólo para los más allegados al rey, así como para los gobernantes vecinos que estaban invitados, mientras el pueblo no tenía qué comer.
Con el alboroto de los festejos, el despreocupado rey llegó a su habitación cuando el último pétalo marchito de la flor se desprendía y caía, pero un hermoso aroma impregnaba la habitación. Al instante comprendió que no había prestado atención al regalo de su hija pues le había parecido muy poca cosa, pero estaba tan cansado y había bebido tanto que se quedó dormido. Cuando despertó, el rey se sintió triste por haber fallado a las indicaciones de su hija y arrepentido la hizo llamar para contarle lo sucedido. Mi querida hija, dijo el rey, debo confesar que por mis excesos en las fiestas y en el desfile no llegué a la habitación a la hora indicada por ti para presenciar como abría el capullo de la flor que me obsequiaste. Arelí, escuchaba con lagrimas en los ojos y le contó decepcionada el arduo trabajo que tuvo que realizar a cambio de la flor. Arrepentido, el rey prometió a su hija prestar más atención a cuanto le pidiera su hija. Arelí le hizo prometerlo y el rey se vio forzado a aceptar con tal de que su pequeña hija no llorara más. Entonces Arelí recordó unas palabras que le había dirigido el rosal al momento de darle la planta, palabras a las que ella misma no había puesto atención en su momento. Había dicho el rosal: Prométeme que aprovecharás la oportunidad que esta planta te dé para hacer el bien a los demás... Y Arelí supo entonces qué pedir a su padre, el rey, quien sabedor de que las promesas de un rey siempre se deben cumplir, no tuvo más que aceptar. Desde ese día, el pueblo comenzó a vivir mejor e incluso comenzó a querer y a respetar a su desde entonces noble rey.

Texto agregado el 03-01-2012, y leído por 218 visitantes. (1 voto)


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