Capítulo 5: “LA IGLESIA”.
Manuel marchaba junto a mí, motivo por el que yo le agradecería posteriormente, era su patriotismo y compañerismo, inclusive me dijo algo que me marcaría para el resto de mis días.
-Sofía, quizá te parezca increíble, pero no estoy dispuesto a abandonarte. Tu patriotismo me ha impactado. Llueva, truene o relampaguee, no te dejaré sola-me suspiró.
Me dejó sin el habla, simplemente lo abrasé.
Pero pasaron un montón de realistas en un camión aljibe. Nos obligaron a subir y amarraron; Manuel me abrasó y yo, con todo mi miedo a cuestas, me aferré a él.
Nos llevaron a la Catedral, y un cura del mismo bando nos dejó allí.
Por el día en que estuvimos en aquel claustro, comimos 12 galletas y un tazón de leche, que con suerte hace 200c.c.
Transcurridas 24 horas de nuestro fallido intento, se nos acercó un cura, al parecer patriota, era muy bueno con todos y se me acercó.
-Niñita, ¿cuánto llevan aquí?-me inquirió.
-Nos trajeron ayer, solo por formar una guerrilla-respondí.
-¿Saben?, yo conozco una salida secreta en este lugar, ¡todos a la ventana!-nos enseñó.
Nos vestimos con unos harapos de la época del 1810 que encontramos.
Para los buenos para la química, hizo unas palancas de primer grado y la abrió de par en par. Salimos con prisa, pero agradeciéndole. Tomamos unos caballos y fuimos a buscar al párroco; él se negó tajantemente a que fuéramos a la guerra por el mero hecho de ser menores de edad y mujeres, cuando le hablamos de Manuel casi se desmayó, y cuando logro volver en sí, casi nos manda al manicomio. Suerte salimos corriendo (yo me subí al caballo de Manuel). Fuimos a mi casa y allí mi mama, me dijo algo nada agradable…
-No, tu no iras, ya he hablado-dijo.
-¿Por qué?, caso no eres patriota-la inquirí.
-Mira, yo le daré ropa, telas, de todo a la guerrilla, pero temo que te mueras en la guerra. Tomen, esto es suyo, pero Sofía no irá-señaló
Después de que les mostró el portón verde de la salida del condominio, me esperaba un gran regaño.
-¡Tú te volviste loca de remate!, casi me muero de un infarto cuando no te vi ayer, y hoy, ibai por las mismas. ¿Y si te morís en la guerra? ¡Imagina que tragedia!, a la entrada la Valentina Garrido, me contó lo que pasó ayer, y en castigo te vai a quedar en la pieza una semana, ¡y anda a fugarte!, ¡partiste!-me gritó.
-Pero después no reclames por la suerte que tendrán ellas y la patria. ¡Te pasaste de poco patriota! Un día dices que el patriotismo es lo máximo y al otro me lo restringes como si fuera una droga… voy a mi pieza-conteste en el mismo tono.
Subí las escaleras, y a modo de despedida di un gran portazo a la puerta de mi habitación.
Ya era de noche y, en mi cama pensaba como ser parte de esta historia. Pero de pronto, sentí el ruido de una ventana abriéndose y vi a mis hermosas cortinas fucsias moviéndose como enloquecidas. Prendí la luz, y en un súbito acto, propio de un alma aventurera, como lo es la mía, abrí violenta y rápida la cortina. Pero para salvación mía, eran Rocío, Paloma y Manuel.
-Pasen luego, en silencio-los silencie.
-Usamos un palo, nos costó ene-ejemplifico Rocío, ella era una hermosa muchachita de 11 años, ojos pardos, largas pestañas de color negro, al igual que su cabellera.
-Vístete rápido. Paloma y Rocío te cubren, pero cierra la puerta con la llave-ordenó Manuel.
Como me decían lo hice, luego cogí una que otra vaga pertenencia y, apagué la luz. Me entro una apresurada nostalgia por mi casa, eso de no volver, si me cogían, a verla a ver nunca más. Me despedí de ella y mis cosas con la mirada, al igual que el tacto. Me aferré a una cadena de plata que tiene una imagen de la Virgen, y representa para mí el recuerdo de graduación de kínder más hermoso que recibí en dicha velada… era lo único que conservaría de mi vida hasta ahora, de mamá, y quizás la casa. Me decidí, cogí la mano de Manuel y bajé por las sábanas. Me fui, me subí a mi caballo, y medité en la sorpresa que se llevaría mi madre al no ver a su castigada.
|