En el rugir del alba,
imperceptiblemente,
en exilio voluntario,
los días se van acortando.
La realidad confinada
no lo percibe en su totalidad,
es un pequeño placer
solo reservado a los que,
insomnes de piel desnuda,
en un abuso de fuerza,
escudriñamos, el sutil sonido
de las cosas de la vida,
en los clamores del sol
a la hora feliz de ahuyentar
el espectro nocturno.
Pasó raudo diciembre,
y su reinado se merma
por pendones de segundos,
hasta ser corto y breve
llegado el mes de septiembre.
Inesperadamente, no muere.
De su menguar renace
en el inicio de su crecer.
La fuerza del sino nos refleja,
en su ciclo eterno que perdura,
mientras vamos perdiendo,
poco a poco, gallardura.
Algún retoño, a su tiempo,
nos ha de suceder. |