EL SENOR MENDEZ.

-Apurence,apurence; les dije a Mary y Angelina, para que caminaran a mi ritmo por la concurrida calle Independencia, a esas cuatro de la tarde.
Y por fin, jadeando, entrabamos a la Biblioteca de Geyter donde el senor Mendez despues de dar el ultimo paso arrastrando su bototo ortopedico sentaba sus reales frente al menudo repertorio, que con avidos ojos y nerviosas manos aguardaba sus relatos ubicados ordenaditos sobre la “Alfombra de Aladino”, como el habia bautizado al ya descolorido tapete, que tejiera a crochet mi abuela, y que para ese menester le donara.


El abnegado bibliotecario discapacitado, desde su vetusto libro empastado y cosido pagina a pagina por el mismo, repasaba con la mirada cada parrafo y luego cual mago o el mejor de los actores se transformaba en el personaje del cuento y nos narraba sus osadias con entonadas palabras que parecia iban cayendo de su perfecta dentadura.
El heterogeneo chiquillerio guardaba absoluto silencio mientras volaba con la imaginacion sobre los parajes de las historias que tan singular anfitrion cada dia nos contaba.
Luego de finalizada tan magna ceremonia, para evitar una reprimenda por nuestro atraso, todos partiamos como un bolido, desgranandonos por los cuatro puntos cardinales de nuestra historica ciudad, a la casa de cada cual.

-Vengan a verme en las vacaciones, mis ninos; nos dijo, cuando ese ultimo dia de clases del mes de diciembre; a finales de los cuarenta le fuimos a escuchar como de costumbre, una de sus tantas amenas historias.


Pero ninguno de los del grupo nos aparecimos por la biblioteca en el periodo estival…
Por lo menos mi hermana menor, mi amiga Angelina Silva, y yo, ni siquiera lo pensamos.
Teniamos tanto que jugar!
Lo terrible fue, ahora lo siento, que no aparecimos mas. Como al empezar marzo ya estabamos grandes y habiamos aprendido a leer, para que ibamos a arrancarnos a escuchar los cuentos de el?



El tiempo inexorable hizo caer cientos de hojas del calendario de mi vida.
Al terminar las humanidades en el Liceo de Ninas, me vine a la capital a estudiar para Educadora de Parvulos a la Escuela Normal numero dos. Y en uno de mis viajes al nido provinciano, cuando mi primo Juanito me fue a buscar al terminal de buses, no se por que se me ocurrio preguntarle:
- Oye, Juanito; y como esta el senor Mendez?... Esta muy viejito?
-Puf!...Si hace mucho tiempo que se murio…Solo…solo!
Y lo encontraron con su libro pegado al corazon…Cuando lograron desprenderlo de sus gelidas manos se dieron cuenta que era “ese” … Ese chiquitito que siempre andaba trayendo.
-Te acuerdas que una vez nos mostro a todos la dedicatoria para el, escrita por la letra tan linda de su mama?
- “Solo las madres, arriesgamos nuestra vida, para dar vida” ; conclui con emocion.
- “Genoveva de Bravante”, era el titulo, pero no me acuerdo del autor; acoto mi primo.
presionando el pedal de su moto.


Luego apretada detras suyo, veloz como su maquina, segui recordando con nostalgia tan bellos pasajes de mi infancia.