El día sábado 29 de diciembre de 2007
llegué a Guayaquil lleno de ilusión,
la tarde calurosa, propia de esta época de año en tu ciudad,
fue una de las tardes más felices de mi vida,
porque en aquella tarde fue cuando te tuve frente a mi por primera vez.

Y así fue como te hallé, toda bella,
blanquita, con tu cabello castaño oscuro,
tus ojitos negros y tu hermosa voz,
la magia se hizo presente,
parecía que despertaba de un largo sueño
en el que apareció una hermosa princesa azul.

El tiempo transcurrió, la noche llegó,
tu y yo subiendo por las escalinatas
a la cima del cerro emblemático de Guayaquil,
donde te dediqué una canción,
más tarde a orillas del río, paseando por el Malecón.

Al día siguiente, el encuentro al otro lado de la ciudad,
a orillas del estero, acompañados por un Sol Rojo,
tú, igual de bella, tanto como el día anterior,
la suave brisa nos refrescaba,
esa noche jugamos y reímos como un par de niños.

Algunas fotografías son testigos mudos
del poco tiempo que estuvimos cerca
al final un abrazo, regresaste a tu morada,
al día sigueinte, tuve que retornar
a mi ciudad eso sí, manteniendo
la esperanza de volverte a ver pronto.

Así quedaron todos esos recuerdos
grabados como si todo hubiese sido ayer,
en mi mente y en mi corazón vives
con la misma intensidad
porque cuatro años después
no puedo negar que aún te quiero
aunque tu, ya no recuerdes
para nada esta fecha.