Se trataba de que no te dieras cuenta.
Pero a la vez, que sí te dieras cuenta.
Quería esconder el brillo que tengo en los ojos desde que te conocí, y que aparece sin querer cada vez que nos vemos. Por eso me puse sombra, pero no sirvió. Y a la vez, funcionó perfecto. Ya te conozco las costillas… ¡se sienten tan bien! (sobre todo si las tengo cerca).
El preámbulo. Varios encuentros. Deseos reprimidos y solicitudes a Justino. Tenía que escucharme y regalarme un poco de gracia. Después, visita, cenita, invitación, negativa, más invitación, positiva, más tiempo, más tarde, más sueño, agua, cama tendida, regreso. Creo que me porté muy bien.
Ya lo sé, tienes miedo aunque digas que no. ¡Pero por eso me encontraste a mí! Soy experta en derrotar dragones, blandir espadas, subir montañas. Soy buena para cantar canciones. Soy experta cocinera, “esponjadora” de almohadas y tengo mucha habilidad para perfumar madrugadas.
Soy yo porque conquisté a las salamandras, leí el ruiseñor y la rosa, di vueltas en el aire, me caí, pero me levanté. Salvé a un unicornio enredado en telarañas. Y aprendí a contar cuentos y rimar estrellas.
Soy yo porque caminé mucho, liberé halcones, viví en mazmorras, pesqué salmones en los ríos junto a los osos. Y vi también mañanas en rosa y tardes en violeta y naranja… y –muy importante– conocí la luna llena con los lobos.
Por cierto, la luna que te regalé hizo muy bien su trabajo rodeando tu cuerpo e instalándose en tus manos, grandes, blancas, fuertes y suaves, un poco aburridas por tanto tiempo de estarme esperando y de no sentirme... pero eso lo podemos arreglar sin problema.
Ya lo sé, ya me di cuenta, tienes ganas aunque lo niegues. Tu voz dice una cosa, pero tus ojos, tus manos y tu boca demostraron que estás equivocado, y no sé porqué, ¡pero yo les creo a ellos! Tú aún no eres de fiar, pero tu lengua tocó la mía unos instantes y se lo dijo todo. Lo siento, ya lo sabemos.
Y hablando del contacto de nuestras bocas. Sólo pensarlo hace que reviva ese gozo, esa dicha, ese momento mágico que quiero repetir diez, cien, mil veces y volver a empezar la cuenta una y otra vez, y una vez más, y otro poquito y mucho, mucho más.
¡Yo lo sabía! Estaba segura que iba a suceder. Lo esperé. Lo pedí. Lo anhelé. Yo sólo esperaba una señal. Quizá te jalé muy fuerte el suéter, pero poner mi mano en tu nuca y sentir la tuya en mi mejilla fue mi poema materializado. Ahora sólo falta que se besen nuestros codos, nuestros cuellos, mi muslo y tu mejilla, tu ombligo y mi brazo, mi mano y tu rodilla, tu tobillo y mi barbilla, mi nariz y el lunar que descubrí en tu espalda…
Mírame bien. Detrás de la pantalla están mis ojos llenos de ternura para regalarte. Siénteme bien. ¡Me di cuenta! Mi cadera te produce un cosquilleo. Te pone nervioso. Me lo merezco, me detuve en el camino, me guardé, me aguanté. Y necesito mi premio. Alguien como tú es lo que yo esperaba.
Y yo no soy lo que tú quieres… pero sí lo que has buscado desesperadamente… |