Mirinda sigue aprendiendo.

Mirinda se desvistió cuidadosamente, dobló sus pantalones tratando de mantener la raya y los apoyó en el respaldo de una silla.

Rocío se desvistió mirando por el enorme espejo del baño a Mirinda, pero poco pudo ver, porque el vapor que producía la tina empañaba el espejo. Ella estiró el brazo y apagó la luz del baño.

Tan sólo un rayo de luna que entraba por la claraboya los alumbraba, pero ambos, frente a frente se disfrutaban, mirándose los cuerpos desnudos.

Mirinda se acercó a ella y la abrazó con ternura. Ella le respondió empinándose en la punta de los pies para alcanzar su boca y besarlo con pasión.
Ambas lenguas se tocaron en rápidos golpecitos y se fundieron introduciéndose con furia en la boca del otro. Las manos de Mirinda recorrieron la espalda de Rocío y levantándola de las nalgas, la alzó un poco más, para que sus sexos se tocaran.

Fue un roce mágico. Ninguno de los dos imaginaba que esto sería así. Ella lo rodeó con sus piernas y comenzó a comerle la boca con suaves mordisquitos que él le respondió de igual manera.

Mirinda, sin proponérselo comenzó a moverse de atrás hacia adelante, presionando con su miembro el sexo ansioso de ella, que también se movía descansando todo su peso en el sexo de Mirinda.

En esa posición y besándose locamente entraron a la tina donde Mirinda se sumergió semi sentado con Rocío sobre él.

Continuará

Se ruega a los lectores poco habituados a leer narraciones de sexo explícito, se abstengan de leer los próximos capítulos de Mirinda