Me descubrí sentada a orillas del río; saqué un cigarrillo de la caja y, maldición, me di cuenta que no tenia lumbre, confundida entre las ganas de pensar y las ganas de fumar decidí caminar hasta encontrar a algún fumador, una tontería considerando que estábamos en invierno y que en esta ciudad nortina la temperatura no supera los 12 grados. Avancé no mas de tres cuadras y lo vi, venia del trabajo, cansado, un poco sucio, se alegró tanto de verme como yo a el, no pude evitar sonreír y acercarme a besarle, me tomó de la cintura con sus manos sucias y me apretó.
Es incalculable cuanto amo a este hombre, éramos tan libres antes de todo esto, antes de ser padres, antes de trabajar y vivir aquí, y tengo miedo, los cambios brutales son difíciles pero con el casi no se sienten, como el temblor de hoy, jajajaja. |