¿Has disfrutado el infierno, guerrero? Pues bien. Levántate ahora, que el césped se está secando ahí donde te echas. Recorre las tierras abandonadas, aquéllas que guardan un poco de tu espíritu. Recupera cada partícula que compone tu ser. La noche se ha alargado demasiado y tu alma exige la luz. Con este brillo que creció en la oscuridad no habrán demonios que puedan hundirte de nuevo, salvo tú, que eres ésto y aquéllo. La carne está flácida, la energía un poco débil, pero te recuperarás. Mira el acero en tu espada, jamás se oxidó. Grita que has vuelto, y grítalo alto para que tus últimas malas energías y enemigos se alejen corriendo.
Todos somos guerreros en un campo de lucha que es la vida. El arma más poderosa es tu voluntad; el cuerpo envejece, se agota, pero la voluntad es capaz de mantenerlo firme; tu mente puede llevarte a diversos laberintos, pero si tu convicción de llegar es firme, llegarás, no importa cuántas ilusiones se te presenten. Ten una voluntad de agua: fluida, armoniosa, tranquila, constante pero poderosa. Que tus canales atraviesen y rieguen al mundo; serás el mar: tempestuoso para quien no lo respeta; apacible para quien te busca dispuesto. Un paisaje de hermosura y un ejemplo de fortaleza. Sé mar, sé río, sé lago; siempre de aguas claras y cristalinas. Que nada ni nadie ensucie las corrientes de tus pensamientos.
Da las gracias por el sol. Mira bien, atento, se han abierto nuevos senderos y los viejos han desaparecido; no hay vuelta atrás, pero mira cuántas posibilidades y oportunidades. Tu alma silba una melodía olvidada y familiar. El amor va llenando las venas secas por el odio y el temor. Te inundas de luz. Las sombras no desaparecerán sin embargo, mas, no son tus enemigas; ellas dan forma y contextura a los cuerpos, te permiten distinguirlos. Serán buenas mientras no te permitas absorber. La cima se ve a lo lejos, así como los infinitos horizontes. El mundo te estuvo esperando. Recórrelo, pues con la guía del corazón no volverás a perderte. Aire limpio para renovados pulmones; ya no te cansarás fácilmente.
Ahora sabes por qué no encontraste la felicidad ni la paz ahí afuera. Porque siempre estuvo en ti, pero era tan obvio y lo tuviste tan enfrente que no lo viste. Has aprendido, y eso está bien. No seas necio sin embargo, no creas que no volverás a tropezar con tantas piedras en el camino. Lo harás, mas llevas contigo la experiencia y te será mucho más fácil ponerte en pie. Un día las rocas desaparecerán. Hasta entonces, cae, cae y cae, pero ponte en pie, cada vez con más gracia. Ponte en pie, que la vida aplasta a los que no se levantan. Y no porque la vida sea mala, sino todo lo contrario: quiere que camines sus mil caminos y no lo harás si no te levantas.
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