El reloj de pared da 3 campanadas, la casa está en silencio, la soledad campea a su antojo dentro y fuera de mí. La sucesión de acontecimientos del día caen como una maza sobre mi alma, la conclusión es inevitable, la he perdido. Los recuerdos de otras épocas felices, se burlan de mi dolor, mi mente sádica repasa una y otra vez el sabor de sus labios, de su piel. Su rostro sereno, sus ojos, su hermoso cuerpo, las imágenes de ella se han instalado dentro de mí. Cierro los ojos tratando de no verla pero solo lo logro a medias, su dulce voz susurra en mi interior, su risa, sus murmullos todavía dicen -te amo y siempre te amaré. El perfume de su piel flota a mi alrededor.
Los minutos parecen transcurrir cada vez mas lentamente, mis recuerdos se agigantan logrando casi una presencia física. Siento el dolor en el pecho y en el estomago, como si un parásito se estuviera alimentando de mi corazón y de mi alma. La oscuridad lejos de serenarme me tortura, los recuerdos se agigantan. Percibo una entidad maligna. Esta en este cuarto. Miro alrededor buscando el origen de este miedo. No lo veo pero siento que está aquí.
Estoy enloqueciendo, la muerte empieza a ser una alternativa, que sentido tiene la vida sin ella?, sin su amor?. Al mismo tiempo mi razón y mi orgullo salen en mi defensa, “Hiciste bien en dejarla ir. ¿Quien se cree?.Nos lastimó y tiene que pagar”.
- ¡Pero es que la amo!
- ¡Entonces búscala nuevamente y conviértete en su esclavo!
- No es para tanto, creo que reaccioné mal
- ¿Mal?, ¡se merecía mucho mas!, estuviste blando, te ofendió, lo que dices es señal de tu propia debilidad, no razonas bien.
- ¿Y si la ofensa no quiso ser tal?
- ¡Claro, ella es una pobre inocente!, ¡no conoces a las mujeres, es todo un juego de poder!
- ¡No puede ser, sé que me ama, me lo dijo!
- ¡Te miente, te usa!
La razón y el orgullo no pueden estar tan equivocados, las sombras de la noche avanzan y yo retrocedo.
El silencio se esparce por el cuarto como un líquido frío. En esta locura lucho contra el miedo y el dolor.

La noche se agazapa para cobrar una nueva victima. Desde el comienzo de la humanidad, el hombre ha temido y sufrido la noche. El valor que ganaba en el día se extinguía junto con la luz, los miedos aparecen, los depredadores reales o imaginarios salen de caza. La razón pierde juicio, los defectos brillan en la oscuridad, todo lo malo se maximiza, todo es trágico e irreversible, el suicidio una posibilidad real. Acaso no decía el poeta Dylan Thomas, en los versos a su padre moribundo “no vayas dócil a esa buena noche, ira, ira contra el ocaso de la luz”(1)?, Había acaso peor castigo de los dioses que un eclipse de sol?. Por que hacen falta guardias nocturnos que velen por nuestro sueño?. Los ejemplos son innumerables. Grabado en nuestro código genético, la noche es sinónimo de muerte. Su esencia es el mal.

Dormir es imposible, el corazón late en mis sienes, respiro como si me estuviera ahogando, las últimas defensas caen. Me doy cuenta que la entidad maligna está adentro mío, es inútil luchar.
Cuando todo parece perdido un débil rayo de luz se filtra en el cuarto. Las sombras retroceden. Los depredadores se esconden esperando una mejor oportunidad. Respiro aliviado ha salido el sol!.
Las razones de anoche ya no parecen tan importantes, el orgullo vuelve a ser un defecto y no un consejero.
Creo que hoy va a ser un buen día. Me visto y salgo a la calle a buscar a mi amada.
Sin darme cuenta silbo la canción Nessun Dorma (2) (Nadie Duerma) que hiciera famosa Luciano Pavarotti.
La letra dice:
Dilegua, o notte!
Tramontate, stelle!
Tramontate, stelle!
All'alba vincero!,vincero, vincero

Esfúmate oh noche!
Desaparezcan, estrellas!
Desaparezcan, estrellas!
Al amanecer venceré, venceré, venceré!!










(1) Don´t go gentle into that good night, Dylan Thomas

(2) Aria del acto final de la ópera Turandot, Giacomo Puccini