Ella caminaba apresurada mirando su reloj, recordó que él se lo había regalado. En su andar acelerado, evocaba en su mente las imágenes de la última vez que lo había visto, y lo tierna y dulce de aquella despedida. Lo que no sabían en ese momento, es que esa sería la última vez que estarían juntos.
Sus cuerpos estuvieron pegados, cercanos en aquella habitación que los acurrucó en su amor. Recordó la mirada de él y evocó nuevamente sus suaves besos.
Esa tarde fue la última tarde feliz y plena de la vida de ella.
De pronto detuvo su marcha frente a una vidriera y se quedó absorta mirando la ropa expuesta en los maniquies, no le interesaba esa imágen, solo se detuvo porque en su cabeza se acumulaban los recuerdos, que se hacían imágenes frente al vidrio, de aquella tarde que fue la mas feliz de su vida.
Se dió cuenta allí en ese instante que no había vuelto a estar con alguien de esa manera, con esa intensidad no volvió su cuerpo a vibrar al roce suave de unas manos, no volvió a sentir ese dolor en el pecho que solo sentía al acercarse a su cuerpo, al ver sus ojos, o escuchar su voz.
La gente caminaba apurada y entonces ese movimiento le hizo volver a la realidad, y recordar hacia donde se dirigía, se acomodó el traje blanco que vestía, y avanzó también apresurada.
Volvió a mirar el reloj, pero ésta vez observó la hora, se dio cuenta que estaba llegando tarde, no quería perder aquel negocio que cambiaría su vida totalmente.
Quizas después de eso ella viajaría incansablemente, como lo soñó en otros tiempos de juventud.
Respiró aliviada al ver alrededor de aquella mesa de la oficina, a todas las personas con las que se iba a encontrar.
Firmó contratos, cerró negocios, aceptó cheques, saludó cordialmente y se fue.
Ahora camina descansada, tranquila pero menos feliz. Pero eso ya no importa solo quiere alejarse de todo lo conocido, irse lo mas lejos que pueda, dejarse arrastrar como las hojas secas desparramadas en el tibio otoño de aquella ciudad.
Soñará otro futuro, quiere ser feliz nuevamente.
Dejó caer el último recuerdo que guardaba de él, aunque muy adentro de ella, él nunca morirá. |