CÍRCULOS



Ya no existen muertes bellas. Si existieran quisiera decir que tantas otras cosas ya no existen. Y me alegro que así sea.
Mi padre va a morir. Fría e inevitablemente va a morir. Y me alegro que así sea.
Me alegro y ya no temo el castigo a tan sacrílego sentimiento. No temo el castigo porque él no lo ha recibido. Hace cinco años que espero su castigo. En realidad espero mi premio.
Hace exactamente cinco años resuenan en mi cabeza las palabras pronunciadas por otro: -Para mí estás muerto.
Hace cinco años la casa tenía más vida, era más grande y suntuosa. Cinco años atrás la caza era abundante, las cosechas eran prodigiosas y los dioses estaban de nuestra parte.
Parte: los Antiguos tenían razón en esto. Todo es una parte. Y las partes conforman un todo. Y el todo no funciona sin sus partes. Esto, mi padre que hoy se muere, en secreto, no lo comprendía.
Mi padre, en secreto, odiaba. Odiaba a mi madre por salir al campo con el alba y recoger con sus manos la tierna mies. La odiaba por romper los cánones de nuestras Tablas, por abandonar su lugar establecido en el Círculo de nuestra gente. En secreto la odiaba. La odiaba también por mí. No al principio, no cuando pequeño lo seguía en sus tareas y lo admiraba, cuando como un perro sin dueño mendigaba las caricias antes que las sobras, y así las sobras de sus caricias se transformaron en mi único alimento. No odiaba en ese momento. Sí cuando crecí y se percató del Círculo.
El Círculo siempre estuvo, siempre existió; pero en el comienzo tiene la virtud de pasar desapercibido. Al principio es como una senda invisible pero ineludible, como la huella del arado que no obliga pero atrae, como la cuenca del río que permite el desborde pero que siempre bajo un yugo ciego domina las aguas por más turbulentas que estas sean. Y las aguas de mi padre eran muy turbulentas. Hoy ya no. Hoy va a morir. Hoy su río se desangra en un mar triste e infinito. Triste como todo lo infinito. Triste como todo aquello que no puede ser más porque ya lo es todo, y no le queda camino que recorrer.
Hoy, hace cinco años que no veo el frente uniforme y blanco de nuestra casa, que no me paro en su umbral y acaricio el boj que conforma la puerta de entrada. Hace cinco años los jardines estarían repletos de flores amalgamadas en un concierto de aromas, llenos de niños atraídos por los sabores de mi madre. Llenos por la servidumbre, por el vulgo que seguía a mi padre como a nuestro a Dios... o más. Desde niño sé que lo siguen más que a nuestro Dios. Pero recién ahora conozco las razones: mi padre, a diferencia de nuestro Dios, tiene una existencia corpórea y la hace sentir. El castigo de mi padre no es eterno, pero es inmediato. Y la chusma jamás vislumbró lo eterno, pero sí sintió lo inmediato, sí sintió el hambre y los azotes de mi padre.
Mientras pienso esto acaricio el papel que recibí una semana atrás. Un papel arrugado durante una semana, un papel con la letra temblorosa de un moribundo que me hace recorrer después de mucho tiempo la galería principal de la casa.
(Es extraño, pero ni siquiera la muerte de mi madre me trajo de vuelta a casa. La muerte de mi madre no, pero la agonía de mi padre sí). El corredor desemboca en una sala donde solíamos comer, y luego, salvando un pequeño desnivel, la habitación de mi padre.
En esta sala mi padre me habló por primera vez del Círculo.
- Hijo.
- ¿Qué padre?.
- Siéntate y escucha.- la pausa fue solemne, como si un séquito de ángeles pasara lentamente sobre nuestras cabezas. Finalmente continuó:
- El Círculo de los Antiguos existe. Yo no lo veo, tú no lo ves, pero existe. Y como la brisa del verano, no sabemos de donde viene, pero viene y se siente –esta vez no hubo pausa, las palabras golpeaban el aire como un látigo infatigable- El Círculo es así: tus pasos seguirán los míos cada vez más de cerca hasta convertirse en mis pasos y en mi camino.
- Pero padre, yo ya tengo un camino.
- Hijo- y ahora su voz cortaba el aire en grandes tajadas- tu camino, al igual que el de todos en esta casa, fue, es y será el mío. Así es el Círculo. Así lo dicen los Antiguos.
- Yo creo en el Círculo de los Antiguos, padre. Pero el Gran Libro no dice que mis pasos serán tus pasos. Dice que mi camino es un círculo y que mis pasos acabarán donde comenzaron, y que elegiré mi muerte con mi vida.
- ¿Qué quiere decir eso?.- Tronaron las paredes.
- Quiere decir que como viví, moriré.
- Si no sigues mis pasos, si no perdura mi legado en tu sangre, entonces, para mí estás muerto- sentenció.
- Tal vez sí. Tal vez ya estoy muerto. Pero tú, padre, has elegido tu muerte. Madre es cada día un poco más fantasma en tu órbita, y yo me marcho. Te quedas solo. Esa será tu muerte.

Eso fue hace cinco años y lo estoy viendo. Lo veo tan claramente como a la puerta de la habitación de mi padre. Como veo que ahora se abre, como veo el puñal que llevo en la mano brillar en la oscuridad, como veo al viejo moribundo que se incorpora en su lecho y me dice: - Lo ves hijo, mi Círculo se cumple. Has vuelto para continuar mis pasos, a cerrar el Círculo perfecto de mi herencia. Y además, te equivocaste, no muero solo.
- No padre, tú te equivocas. Tu Círculo se rompe en mil pedazos y el mío se cierne en derredor de tu cuello y corta el aire que endeble te ata a la agonía.

Pude ver su cara de dolor. Pude ver como lentamente iba entendiendo mis palabras. Pude ver como el pavor ganaba su rostro mientras el cuchillo se hundía en mi carne y cortaba su Círculo para siempre.