Abrí el último regalo, la felicidad se conjugo con la nostalgia de mis limitaciones; era una versión mejorada de los botines con los que convertí el único gol de mi corta y risueña carrera de futbolista amateur.
Mi casa, mejor dicho la de mi progenitora, se situaba tras el arco del lado norte de la cancha de la población, lo cual, por ser un sector emergente, no contaba con los resguardos característicos a las barreras de contención; por esto, se me hizo fácil poder jugar al fútbol. Ustedes interpretarían tras lo señalado que pude haber desarrollado habilidades para el juego, pero quiero ser sincero y dar a conocer la verdadera razón; las pelotas caían todo el tiempo en mi patio y no todas ellas eran devueltas, los deportistas acomodados, en base a mi criterio de selección por prendas de vestir, no tenían derecho; los descalzos y los de botines desgastados con una carga claramente observable de cientos de minutos tras el balón se podía mediar. Así fue cómo me volví un coleccionista por circunstancia y de pasada, el mejor amigo instrumental de los jóvenes y revoltosos de la población Neruda; lo de instrumental no me parece mal, siendo que sólo se trata de lo futbolístico, porque en la calle, los años y las riñas compartidas fueron cimiento acerado del compromiso que el destino forjó.
Fue difícil aceptar a medida que pasaba el tiempo que nunca pude aprender a correr, era como ver una avestruz con chuteadores y menos patear el balón, si mi mente y pié nunca fueron aliados. Pero como poseía balones para todos los encuentros, siempre tocaba minutos y formaba parte del plantel Sub catorce de la gloriosa y esforzada amarilla. Recuerdo en ocasiones lo triste que fue recibir diplomas por el esfuerzo, compromiso, dedicación; mientras Marco lo ganaba todo y merecía ganar aún más; cuenta el viejo Claudio, el vago más deportista, rehabilitado creo de todas las drogas de consumo características de la clase media, que Marco formó su técnica jugado con la pelota de tenis que él le regaló; Ingeniosa pipa de consumo desapercibido, pasó a transformarse de un objeto de estancamiento a juguete esperanzador; ya a los diez años dominaba cincuenta, y la armonía, equilibrio y goce, deslumbraban a cualquiera que se enlazara en el momento y lugar donde se realizaba tan sutil destreza, incluso hasta a el Pastor Alonso ,un detractor del fútbol, hizo lo imposible por cerrar la cancha, argumentando que los pelotazos en los ventanales de la iglesia provenían de agnósticos desenfrenados, toxico maníacos que ocultaban sus andares tras la sombra de la galería Torrealba.
Marco deslumbró desde la primera vez que toco el balón, a los catorce años formada parte de los cadetes de Everton de Viña del Mar; y como éramos grandes amigos, tenía que ayudarlo a recolectar fondos para su gira por Paraguay y Venezuela. No fue fácil elaborar rifas falsas, ni crear un torneo sin fondos con premios que nunca se entregarían, más bien, en ese instante se creó un compromiso con la esperanza y fidelidad. Todo marcho a la perfección, por alguna razón desconocida la rifa de la adjudicó un miembro del club, y la final del torneo se gano nada más y nada menos que por un golazo de quien les escribe.
Pero todo no fue tan fácil, las personas en ocasiones tienen otras prioridades u otros objetivos que obstaculizan los proyectos a realizar; así como Ernesto y Darío, ellos estaban completamente enamorados de las adolescentes más guapas de la población, razón por la cual, en las noches bebían alcohol frente a sus casas, ellos siempre señalaron que era la mejor manera de empezar un relación amorosa, y creo que les dio resultados, engendraron cada uno tres niños maravillosos. Bueno, pero ese no es el tema, lo que realmente importa fue que Ernesto y Darío, dos titularícimos del equipo se encontraban completamente borrachos el día de la final, por lo tanto, los relevos naturales eran Kevin y yo; yo por que no habían más. En ese instante me sentía feliz y preocupado, jugar en frente de sesenta personas hasta el momento fue mi gran proeza; preocupado porque sabía que había que ganar y mi talento, igual a cero, no encajaba en el engranaje que demostraba ese equipazo, pero el corazón es más fuerte y los instintos de supervivencia podrían dilucidarme que poder hacer en el trayecto del partido.
El cero a cero era el resultado durante todo el encuentro, lo que significaba que el premio tendría que repartirse; imposible, las utilidades ya estaban destinadas. Corría el minuto noventa desesperados nos mirábamos unos a otros, los rostros de Marco y Kevin claramente demostraban tristeza, el mío pánico, estábamos a dos minutos del fracaso. Pero en ocasiones la vida te ha sorprender y el éxito está de tu lado, y como es el fútbol, tiene que haber un ganador y no muchas veces, siempre es el mejor. Corría desesperado sin saber qué hacer; en ese entonces observaba a Marco desesperado tras de mí, él agarra el balón, yo notaba que sus nervios disminuían su claridad de ver el fútbol; en la desesperación lo golpea a veinte metros del arco, por instinto corrí hacia adelante, voltie la mirada y la pelota golpea en mi rostro tan fuerte que caí aturdido a la tierra de la maravillosa cancha de la Neruda.
Abrí los ojos, más bien los abrazos y besos de mis amigos me hicieron abrirlos, reaccione un minuto después del impacto, la intersección con mi cráneo se clavó en el ángulo izquierdo, dando el triunfo a mi compañeros. Al principio señalé que el desvió fue intencional, pero las risas abundaron; no me preocupé del todo ni me sentí avergonzado, en el fondo era un héroe, por casualidad y no por causalidad, pero lo era.
Marco tras su gira se volvió una figura del fútbol nacional, declaró una vez tras las pantallas del canal del deporte, que los dos goles más importantes hasta el momento de su carrera eran el 2-1 que marcó en el ascenso a la primera división, y el gol en el barrio que le dio la oportunidad de su gira y posteriormente la consolidación como profesional; quisiera señalar que ese gol no hubiese existido sin mi intercepción y posterior desvío del balón.
El viejo Claudio recayó en el vicio, su dependencia que se creía superada por el deporte fue más fuerte; él nunca fue malo, sólo apagaba la llama de su existencia día a día, nunca robo, nunca golpeó, en su silencio ahogo las tristezas de la desesperanza y soñó una y otra vez poder haber conocido sus virtudes en su años mozos; él fue grande dentro de su anonimato.
El pastor Alonso nunca volvió a ser el verdugo, el cheque en garantía para la reparación de su iglesia que Marco ofrendaba calló su malestar y lo situaban muy cerca de sus venerados personajes. Yo, sólo aprendí, me di cuenta de que Amar no es sinónimo de éxito, de que eres grande sólo por el hecho de sentir ese gran sentimiento, que las palabras son mínimas ante los actos y que no importa quien sea, sino más bien que entrega; me comprometí aún más con el fútbol y la juventud, busqué repetir la misma historia sin fruto alguno, pero me sentía bien caminando en el círculo cultural.
Termina mi cumpleaños, agradezco a Marco por los botines, al mismo tiempo agradezco quizás a dios, o al destino, no lo sé; pero me siento íntegro dentro de las circunstancias en la que la vida me ha puesto; prendo un cigarrillo y me pregunto: ¿Qué es el fútbol? Me respondo casi por inercia: Libertad, compromiso, igualdad, esperanza y diversión; Ingredientes que contribuirán enormemente a la búsqueda de tu felicidad.
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