Poco a poco, he ido recordando todos los detalles. Al principio, estaba muy confundida y tenía mucho miedo. Luego me acostumbré a vivir en este lugar, pero les confieso que no fue nada fácil. Ya hace casi un año que estoy aquí, sin embargo, continúo tan asombrada como el primer día.
Cuando recorro las calles y observo los enormes edificios, las luces, los automóviles, los comercios con sus fantásticas vidrieras pienso que todo es un sueño.
La gente utiliza unos extraños aparatos para comunicarse. Todos los días, se sientan frente a una especie de pantalla durante horas, y no sé por qué, lo que ven allí, los hace llorar y reír.
A todos les entusiasma tomar fotografías en sus ratos libres. Me explicaron cómo lo hacen, es algo muy raro; yo prefiero que pinten mi retrato. Creo que algunos son brujos y tienen poderes mágicos; he visto máquinas volando por el aire.
Aprendí mucho sobre las costumbres de estas personas, y si bien empleo de manera bastante adecuada el vocabulario que utilizan, reconozco que me cuesta entender algunas de sus expresiones.
La vestimenta es otra dificultad. No son nada cómodos esos pantalones que usan la mayoría de las damas. Prefiero los vestidos.
Bueno, como les dije, en cierto momento, sentí temor. No lograba comprender a los demás, y tampoco sabía quién era yo. Imagínense despertar en un mundo desconocido.
Por suerte, recuperé la memoria. Entonces pude recordar que, durante años, mis padres me mantuvieron alejada de cualquier elemento punzante.
Un día, una bruja anunció que luego de pincharme un dedo, caería en un sueño eterno, hasta que un príncipe me despertara con un beso. Algo bastante loco, pero los hechizos, en esos días, eran muy efectivos.
Creo que no se equivocó, y parece que nadie pudo evitar mi fatal destino. El problema fue la época y el lugar dónde desperté. Además, el que me besó, no era precisamente un príncipe, y estoy segura de que recibió una gran sorpresa al ver que despertaba. Falleció de un ataque al corazón. Más tarde entendí por qué.
El pobre estaba haciendo su trabajo. Procedía a reacondicionar el sector más antiguo del viejo cementerio, cuando me encontró dormida, en mi caja de cristal.
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