Soy, simplemente un hombre. ¿Qué se me puede pedir?
Reconozco mis deslices sin pedir clemencia. Trato de no acumular rencores. ¿Que más se me puede pedir.
Conocí mujeres lujuriosas y pacientes. Algunas rogando por abusos, otras simulando timideces.
Intenté ser amado cuantas veces pude, y jugué a transformarme en un niño temeroso, cuando buscaba una madre amante, cariñosa y protectora.
Entonces, permanecía callado y chiquitito si me cobijaba entre sus pechos lascivos y carnales. Se entretejieron sueños, se forjaron ilusiones, y nos educamos en el oficio de vivir. Cada uno a su manera buscó su rumbo y encontró lo que pudo.
Enfrentar la vida tiene un costo: el costo de vivir.
Nos suceden muchas cosas, algunas buenas, otras malas, y para continuar se debe aceptar la realidad, mantener viva la confianza, fortalecer la voluntad.
Evitar de quedar pegados al pasado. Aprovechar de las experiencias, al mismo tiempo que se abren nuevos caminos, diferentes proyectos.
Hoy pretendo rendirme un homenaje. Ella me promete delicias y placeres que hartarán mis apetitos más ocultos. Y yo que me ilusiono. Y ella que conoce mis delirios, que cultiva mis locuras, y yo, que siempre enajenado diré que puedo, que no pido absolutamente nada, que solo quiero que me dejen llorar.
Conservo un temperamento sensible. Me conmueve el aroma de la tierra después de cada lluvia. Enfrento el invierno recogiendo flores, festejando en cada abrazo y en cada beso el milagro de la vida.
Descubrir en el tiempo que me queda, algo más que mi soledad, que si ella aún me ama y me desea, sea algo más que una ilusión, con eso me conformo.
Ya no me queda mucho por decir. Si bien es verdad que no lo dije todo, también es cierto que la última parte a pocos les interesa. La inequidad del tiempo arrasa lo innecesario.
Soy simplemente un hombre. ¿Qué más se me puede pedir?
Andre Laplume
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