Él me conoce desde hace siglos, sé que me busca, lo sé; desde que tengo conciencia siempre lo he sabido. Antes creía que era mi imaginación, pero ahora estoy completamente segura.

Llegó el día que nos conocimos en otra realidad, nos hicimos los mejores amigos, recorrimos lugares y aprendimos juntos, hasta que se despidió en una estación de tren de un país que decidimos que fuera Chile. Recuerdo mis lágrimas al despertar, más fuertes aún al saberme despierta en una realidad que no había elegido.

Con el tiempo aprendí a ignorarlo porque era la única manera de seguir viviendo en este mundo. Al pasar los años pensé que lo había logrado por completo, pero en el fondo sabía que era algo que no podía evadir por siempre.

Ahora al sentirlo cada vez más cerca mío, todo cobra sentido. Estamos tan cerca que casi puede olerme y yo a él, es algo que va más allá de todos los sentidos. Es casi tan lógico, como necesario.

Entonces llega el momento, nos reconocemos a la distancia, como dos viejos amigos que siempre se recordaron con nostalgia. Por fin nos vemos y nos acercamos cada vez más. Ahora estamos frente a frente, y me doy cuenta que solo puedo rendirme, al fin.