No hubo antes ni después. No sé de dónde provino, ni para dónde prosiguió. Lo cierto es que nos encontramos en un espacio que no estaba ni en la casa ni en la cocina, más bien era un callejón entre ambas. Y que la ví acercarse con ropas(una sola pieza); un vestidito tal vez, cuyo ruedo levantó hasta el ombligo. Luego me descubrí seguramente desnudo, porque no recuerdo haberme quitado alguna vestimenta. Entonces se inició una danza de acercamiento al compás del piar de pollos y el cacareo de gallinas.
Lo que ví, por primera vez consciente, y lo que posiblemente ella sin consciencia nunca había visto, fundió dos instintos de manera mágica. La recuerdo retrocediendo hasta el límite, porque su espaldita no rompería las tablas que formaban la pared trasera de la casa y, en cambio, con ello me brindaba la oportunidad de debutar como macho que acorrala a su presa. No sé quién diablos me enseñó a apuntar en la dirección precisa sin temblor, ni cómo ella podía no temer al disparo.
Tampoco sé si fue tarde, mañana o noche. No la recuerdo como amiga de juegos, ni antes ni después. Y que desde entonces solo permanece en mí la escena que llevo a medio contar. En modo alguno mi memoria registró su cara, porque mi concentración estaba en el blanco. Sin querer algo poderoso me permitía solamente avanzar, siempre la mitad de lo que me separaba de ella. Y que me causó sorpresa la rectitud de aquel fusil, que sin mira ni manos que le sostuviera, apuntaba con una desviación cero hacia el objetivo.
Ya cuando estuve a su alcance no hubo colaboración suya, porque ambas manos estaban ocupadas en sostener su prenda y con respecto a mí, si hubiera colaborado, habría perdido de vista mi arma. Y que como la miraba desde el doble del espacio entre el suelo y su cabeza, se reducían más sus dimensiones. Así que pudo más lo sorprendentemente natural que lo natural que sería la ayuda. Pero lo que me queda claro es que entonces teníamos pulmones perfectos o que podíamos existir sin respirar o que quizás el brusco aleteo de un ave me borró esa parte de la historia.
Casi dije, que llegué a estar tan cerca de ella que podía ver salir de sus poros un grupito de moléculas de su sudor teñidas de cal o tal vez sería con resíduos de las cenizas de los fogones que estaban a nuestras espaldas. Aúnque solo puedo hablar de lo que ví en ella y no precisamente de los lugares por donde se colaba mi inquietud hasta alcanzar su alma. Sin embargo, parece que se la encontré por donde pude y pudiendo estaba cuando un grito enorme de mi bisabuela(escoba en mano)apagó lo que pudo haber sido una agradable agresión.
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