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Para ustedes, creo, será un relato jocoso.
Para mí en aquel momento fue muy traumático y voy a contar toda la verdad, como si estuviera siendo juzgado por un alto tribunal.
Ya me había cambiado al terminar primer año del ”Comercial de Temperley” al “Instituto Lomas”, por creerlo menos exigente.
Tenía catorce años, estaba en segundo año, había terminado el primer trimestre, era un vago de aquellos, con notas pésimas en casi todas las materias.
Mi cabeza estaba resolviendo otros problemas, en ese momento, más importantes para mí vida.
En lengua tenía seis de promedio, bastante bien (de casualidad), se aprobaba con siete, no estaba tan lejos.
Uno a esa edad ya se da cuenta que es un hombre, pero no tiene a quién demostrárselo, lo único que le queda es el baño, recién ahí se siente más tranquilo.
Ni bien comenzado el segundo trimestre, la profesora de Lengua, súper elegante, lindo cuerpo, de unos treinta y pico de años (siempre venia con distintos trajecitos, con la pollera al cuerpo a unos quince centímetros arriba de la rodilla), se sienta sobre el escritorio y nos comienza a desarrollar un tema, mientras en un descuido abre las piernas.
Hice lo que haría cualquier chico de catorce o quince años, comencé a mirarla…
De repente, me dice delante de mis compañeros y compañeras: - Sr Calvo ¿Cómo quiere que me ponga para que me vea mejor? (tremenda vergüenza) igual le contesté: Póngase un poco… hacia la derecha.
Se puso roja y gritando me dijo que era un mal educado, que me pondría diez amonestaciones; a lo que le contesté que no tenía ningún problema, pero que le diríamos al rector, el por qué de las amonestaciones.
Seguía roja como un tomate y me dijo: Sabe que usted es muy inteligente y tiene razón, no vamos a ir a hablar con el rector y no le voy a poner la sanción, pero a partir de hoy usted no entra más a mí salón hasta fin de año.
Se va a quedar atrás de la puerta de entrada y yo constantemente lo voy a ir observando.
- Así fue como pasó!.
Fueron transcurriendo las clases y yo seguía afuera, ella LA PROFESORA MARIN, me miraba por la ventanita de la puerta cada diez minutos más o menos.
De mí parte pensaba que ya se le pasaría y que me haría entrar al aula y hasta tenía pensado pedirle perdón, pero también decirle que comprenda la situación que me hizo pasar frente a todos mis compañeros y compañeras.
- Llegamos a fin de año y me mantuvo siempre afuera de la división!.
Segundo trimestre me puso un hermoso uno (1) y tercer trimestre igual, otro uno, lo que daba la suma de seis más uno u otro uno, da la suma de ocho, “examen directo a marzo, sin escalas”.
Por lo buen alumno que era me lleve diez materias, dos a diciembre, las que aprobé y ocho a marzo derecho.
Doy la primera, Matemática mal (2), todas las demás las aprobé, hasta que por las cosas del destino, me quedó en último término Lengua.
Primero una redacción, los que aprobaban, análisis de oraciones y poesías, seis u ocho que las sabía.
En el aula, un calor tremendo y dábamos en un mismo momento segundo y tercer año, éramos como cincuenta y pico.
Iba banco por banco dando a cada uno el tema de la redacción: Carta a una prima, relato de mis vacaciones…
Hasta que llegó a mi asiento y primero me dijo: - Estuve pensando en usted todas las vacaciones!. A lo que le contesté con una sonrisa: - No se hubiera molestado.
- Mire cómo será que hasta pensé cuál sería la redacción que usted tendrá que escribir, anote: EL DIA EN QUE EL SOL SALIO DE NOCHE.
De mi parte seguía fuera del colegio, seguía con mis asuntos por resolver, a los que les daba mucho más importancia que a la escuela, la que consideraba secundaria o diría terciaria en orden de importancia.
Qué mal que estaba en ese momento!. Cómo no aproveché para, por escrito, pedirle perdón y que tome en cuenta mí edad y explicarle mi parecer respecto a la situación de estar dando clases sentada sobre el escritorio.
Escribí una idiotez, de un eclipse, que no creo se dé esa posibilidad en la realidad.
Salió un profesor entregando los permisos de examen, reprobó como a cuarenta.
Le pregunté por el mío, a lo que me contestó: Sí no le traje el permiso pase adentro que aprobó el escrito, se lo pregunté por segunda vez y me hizo pasar. Entré como aquel marido que viene de una parranda a las seis de la mañana.
Cuando me estaba por sentar, la profesora que parecía abocada en el control de exámenes y planillas, me llama y con mí permiso en la mano me dice: - Lo felicito por el esfuerzo que hizo al estudiar tanto, y aprobar tantas materias, lástima que lo tenga que desaprobar. Qué le parece?.
Le contesté: Usted es la profesora, póngame la nota que corresponda. La profe miraba el permiso, me miraba a mi y me dijo por fin: Qué le parece que le ponga?.
Sí le parece que desaprobé póngame un dos, quedó en duda hasta que tomó la birome y me puso el dos, descontado que esa nota hizo que repita el año.
Le di la mano, le agradecí, tomé el permiso, crecí en ese instante diez años y me fui.
Qué insensata, qué pedido!.
De EL DIA EN QUE EL SOL SALIO DE NOCHE, aún no podía escribir porque no habíamos llegado al 21 de Diciembre del 2012, cuando los Mayas profetizaron que realmente ocurrirá dicho fenómeno y lo más grande sería que todavía este vivo, entre los pocos que queden para empezar una nueva civilización.

Perdón Profesora Marín, no nos daban los tiempos ni a usted ni a mí!.
Pasó el tiempo señorita Marin: Ya tengo 61 años. Dígame, que daría ahora por qué le miren las piernas!

Hernan A Calvo
Derechos de Autor 2009
Todos los Derechos Reservados

Texto agregado el 15-12-2011, y leído por 93 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
17-12-2011 Je,je muy bonito y entretenido, casi casi le veo las piernas, la mia se llamaba Nina, ah la maestra Nina. beneas
 
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