Tradicionalmente se ha pensado que es intocable, se dice que al Rey lo pone Dios y es deber de todo súbdito creyente respetar a su Rey, pero siento en lo más profundo de mi interior, que eso es falso y solo resguarda el sistema.

No vivimos en la época de Alejandro, Jerjes ni Luis XV. Los reyes son tan materiales como todos nosotros, solo les crían creyendo que son superiores, pero obviamente son unos inútiles que aprovechan de los tontos que los rodean.

Aficionados a las damas y a los caballos, suelen perder todo en una sola jugada o por una sola dama, son además lentos y pesados.

Debemos unirnos y hacernos fuertes, divididos nos devorarán desde las altas torres letales o pasarán furiosos sobre nuestra cabeza cortando las que a su paso encuentre el enemigo.

El egoísta rey y su aristocracia ladina nos manipulan y empujan a que demos la vida por ellos.

Los obispos y el poder que manejan, todos los poderosos deben caer. No es posible que a título de encumbrados se escuden tras nosotros los más débiles y nos usen como distracción del enemigo, sabiendo bien que podemos con poco esfuerzo y buena fortuna, alcanzar su misma nobleza y su poder.

Debemos quebrar el orden, necesitamos librarnos de él. Pero incapaces de atrevernos los peones, seguimos de blanco a negro, de negro a blanco, cuidando al Rey.
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