El encuentro.
Toda una casa sola para ustedes. La tarde. La privacidad. El deseo. ¡Gócenlo!
Que tan ínfimo puede llegar a parecer el mundo ó, mejor dicho, la existencia entera cuando estas realmente cómodo, y semi-desnudo, con la persona con la que crees que estarás por el resto de tu vida.
El tiempo.
Segundos; están caminando a la casa conversando animadamente, minutos; llegan y empiezan a sentirse nerviosos y algo turbados por la retrospectiva, horas; no lo notaron, ya están uno encima de otro atrayéndose hacia sí hasta más no poder, hasta donde la solidez de sus cuerpos sudorosos, por tantos movimientos, se los permite. Se preguntan: “¿Cómo pasó?”, mientras se observan fijamente intentando escudriñar lo que refleja la mirada del otro y si esto no da resultado lo preguntan: “¿Cómo te sientes? (muy bien), ¿estás bien? (sí), ¿Un rato más? (¡por supuesto!)”.
Ya lo habían acordado, se supone que no sería así, ¿quién es débil?, tú empezaste, ¡no, fuiste tú!... ¡AMBOS!
En esa cama está la culpa, está tentándoles, les hace sentir torpes, obscenos y con muchas ganas de estar juntos, lo más juntos posible. Bien, no importa. Ya está.
De nuevo aquí, como aquella vez, sintiendo sus manos en sus senos, sus senos en sus manos. El palpitar de un corazón agitado por el éxtasis del momento.
Las palabras en esos momentos les resultan innecesarias, poco atrayentes- comparado con sus cuerpos juntos- pero, aún así, conversan diciendo una y otra vez que no lo pueden creer.
Cierran los ojos.
Se sienten.
Respiran cerca del otro, muy cerca.
Ya saben que pasó, no hay necesidad de decir nada, lo saben.
Silencio…
… Ruido. Pasos. ¡Hay alguien en la casa!
¿Y ahora, qué?... ¿Qué?... ¡Demonios!... turbaciones, visiones borrosas, titubeos…
¡Todo está perdido!
No saben cómo, de repente, sus cuerpos se despegan, se alejan, ya no se sienten.
Buscan sus prendas de vestir con toda la prisa posible para que la vergüenza no aparezca semi-desnuda frente a una mirada sorpresiva, burlona.
El corazón palpita a todo galope. La puerta está abierta, sus mentes cerradas.
Ahora, por fin, ya están en la calle, respirando algo más que bióxido de carbono acumulado.
Oxigeno.
Y todo parece tan gracioso, lo piensan mejor, realmente no importa, somos tontos.
No importa.
¿Quieren reír, llorar, golpear algo? Sentimientos encontrados. Pasa a menudo.
Ya pasó. Cada quien en su lugar correspondiente, pensando en lo ocurrido.
¡Qué gracioso!
¡Venga de nuevo!
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