Salí con los oídos llenos del "Adeste Fidelis", con los ojos llenos de lágrimas y el estómago crepitando ante la idea del rico pollo que iba a degustar junto con las frutas que abundaban en mi mesa aquellos años.
No recuerdo que edad tenía, iba al liceo y mi pelo estaba todavía aprisionado en dos largas trenzas.
Al salir, se reunió conmigo mi papá. El amaba la Navidad tanto como yo. Amoldé mi paso al suyo, era un hombre mayor y caminaba apoyado en un bastón. Me sonrió y sus ojos celestes parecían los de un niño exitado , caminé, pues , sin prisa, sin hablar.
A los pocos pasos se nos acercó mi mamá Marta. Ella no vivía conmigo ni con papá. Se habían separado al poco tiempo de nacer yo y ella vivía con mi hermano y yo con mi abuela paterna, mis tías y mi papá.
Caminamos por la plaza llena de luces de colores , bajo un radiante sol y charlamos vanalidades. Pero lo que para cualquiera persona puede ser normal. para mí era ...un regalo de Navidad.