Cansada, así es como se sentía. Cansada de los madrugones, de los jefecillos con ínfulas de tiranos, de las compañeras cuyas únicas conversaciones eran sus novios, sus maridos, sus amantes o todos a la vez; cansada de las clientas de piel seca, de piel escamosa, de piel grasa, de piel sudorosa ; cansada de poros sucios, de poros como cráteres, de puntos negros, de acnés de libro de monstruosidades. Cansada de todo eso que se llama rutina y que la sumía en ensoñaciones casi criminales de como acabar con todo aquello que la cansaba.
Intentaba olvidarse de ello fumando un cigarrillo a la puerta del establecimiento cuando apareció su peor pesadilla, y la peor pesadilla para la vista de cualquiera con buen gusto o incluso mal gusto. Se preguntaba como lo conseguía, como era capaz de embutirse en aquel chandal rosa fucsia fosforito con lentejuelas doradas que era cinco tallas menor de la debida,y no es que la mujer fuese gorda sino que el chandal debía ser de la sección infantil y se ceñía a su cuerpo algo enjuto y cheposo remarcando su vientre hinchado semejándola a un esqueleto embarazado, vientre que se bamboleaba arriba y abajo debido al trotecillo con el que caminaba con sus pies metidos en unas sandalias de plataforma envidia de las dragqueens más atrevidas; su pelo cardado y rociado de tal cantidad de laca que la hacía responsable de una cuarta parte del agujero de la capa de ozono era un peligro, porque cualquiera que tropezase con aquel peinado conocería lo que es caer en una guarida de erizos hecha con estropajos. Pero todo aquello no la asustaba, el pánico era tener que emplastar y maquillar aquella roca volcánica y gris que tenía por piel para darle un aspecto si no humano si vivo.
Su miedo se materilizó cuando se acercó y enseñando su dentadura amarilla y escasa le sonrió haciendo un gesto para que apagase el cigarrillo y la atendiese ella. Dió una última bocanada en un vano intento de provocarse un cáncer fulminante y evitar aquel trabajo digno de Hércules, pero aun seguía viva cuando la mujer le sonrió de nuevo desde la silla y le hizo señas de que empezase.
Tardó solo media hora en contraste con la hora y media o dos horas habituales, la miró desde todos los ángulos disponibles y su satisfacción hizo que sonriese en aquel día que estaba cansada de todo, nunca antes había hecho un maquillaje tan acorde con la personalidad de la cliente. Lástima que esta no opinase lo mismo cuando con sus gritos hizo que surgiese el encargado, el cual al ver sentado en la silla al payaso de las hamburguesas dudó entre pedirle una doble con queso o despedir a la maquilladora. La duda fue fugaz y ganó el despido...
Ya no se sentía cansada, había conseguido un trabajo nuevo pero estaba mucho más tranquila, no tenía que aguantar encargados bordes, clientas histéricas ni compañeras sexualmente insatisfechas, no tenía ninguna queja. Estaba viendo por la puerta entreabierta como alababan su último trabajo, decían que estaba preciosa, que nunca había lucido con tanta lozanía ni rezumado tanta vida; alabaron también el buen gusto para la elección de la ropa, sobria pero elegante y de excelente gusto. Tantos halagos hicieron que tuviese que taparse la boca para no dejar escapar una risotada de alegría y humor, ¿quién le iba a decir que la causante de su despido del salón de belleza sería su mejor trabajo en la funeraria?