Bigote iba a la cancha cuando jugaba CLMC contra Asencio para putear a los milicos. Tenía conocidos en las filas verdes, pero puteaba al barrer. A su característico “La puta que los parió…!”, si era observado le agregaba “…qué cobran ladrones?!” y zafaba. Lo raro era que puteaba cuando atacaba el equipo militar y algún defensor de “los miles” le asestaba alguna patada al delantero en cuestión, dándolo por tierra.
Cuando andaba que no podía más de ganas de putear a los milicos y Con Los Mismos Colores no jugaba contra el cuadro del Batallón, buscaba los nombres de los árbitros designados, la mayoría policías, milicos azules. Donde encontraba al milico más recalcitrante, iba a esa cancha.
Le causaba mucho placer la catarsis dominguera. Lo había visto en Cabaret, cuando Liza Minelli salía al cruce de ferrocarriles para soplar el alma con el huracán de un grito, aventando la rabia. “La puta que te parió!!!” –gritaba hasta desgañitarse, en medio del murmullo de la tribuna, tejido con otros gritos, risas, aplausos, la chanza instantánea cruzándose con el anuncio imperturbable de Pan con Leche: “Caaaaaaramiloooos!”
Al cabo de tres, a veces cuatro gritos destemplados de los suyos, la boca era un hueco sin eco, la voz muda. Gritaba en silencio. Les decía “Hijos de puta! Torturadores! Asesinos de mierda! Se los digo en la cara, hijos de mil putas!!!” Luego sonreía. Miraba en su entorno y la boca se la envidiaría Gardel desde su imagen más famosa. Impune. Como ellos.
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