Bien. La Historia, no?. Claro, la historia. Pero cual historia? Lo sabes tu, Señora de los deseos, la de los ojos dorados?
O quiza tu, Señor de los mundos, el de los ojos blancos? O quiza yo? Sí, yo. Yo y nadie mas, mas que todo y mas que nada, Yo. O no? Sonrio pensando en el mundo de infinitos Quizases que me rodean. Tiempo de bailar......
Resonó la voz en medio del gran salon. Deilost se hallaba parado en medio de el como un pilar mas de los sostenian el alto techo. Alto y tremulo, azul y enajenado, su hablar fue acompañado de un atisbo de sonrisa casi imperceptible, como el caer de una hoja en un bosque de cien, no, de mil acres. Ella lo miró y sonrio como si supiera de que se trataba el juego. De pie, al otro lado de la sala, apenas si parecia un pequeño fuego encendido al lado de la oscuridad que Deilost proyectaba a su alrededor. Sacudió la antorchada cabellera mientras sonreia y lo miró con una mirada picara. El entrecerró los ojos en un gesto que pocos podrian adivinar en su arrugada cara. Mas Deilost no era algo predecible. Era uno de sus muchos defectos/virtudes, uno de los muchos y los caracterizantes de tan extraño personaje. Despues de un instante que pudo haber durado horas, rompió la extraña conexión que se habia formado entre las miradas de los dos y echo a andar, describiendo una tranquila, lenta y exasperante parabóla en medio del rectangular salon. Ella, impaciente y luminosa como era, corrió a su encuentro y agarrandole de un brazo lo arrastró al centro de la sala. Lo miro con aquel par de ojos de fuego azul fulgurante y preguntó, remedando el aire picaro y casi persuasivo de las cortes antiguas:
Y entonces, Milord, ¿que baile es de su preferencia?
Deilost, cual si el aire hubiera tan solo jugueteado en los laberintos de su negra y nocturna cabellera, no respondió a la pregunta. La atrájo hacia su cuerpo con un moviemto quiza un poco brusco pero determinante. Ella, asombrada, colocó una mano en su hombro y la otra en su garra izquierda. el la envolvio en un abrazo lento, estrechandola contra su pecho lentamente, cerrando el cerco pausadamente alrededor de su alma de fuego, mientras en la azul humedad de la luz lunar de aquella noche se empezaban a entretejer las primeras resonancias, los primeros acordes de un baile, una unión...
Luego, en medio de un resonar de instrumentos y voces, la desenvolvió en un torbellino de cabello, fuego y movimiento mas rapido que la vista. Se quedaron quietos un momento en posicion y luego empezaron a moverse una al lado de otro, acercandose, alejandose, haciendose fintas y luego aceptando el invitador movimiento del contrario como si fueran mas que dos, como si fueron solo uno, uno en la noche de la Luna, uno de cabellera igneia y uno de ojos relampaguentes y manos de diamante. Ella sonreia y el, silencioso como era, hacia arte con su cuerpo, dibujando en torno a su figura no uno, sino miles de mundos resumidos en aquella cadena de fuego, juego, que eran su pasos, sus curvas y su sonrisa...
La Luna, con y como una callada sonrisa, los observó a traves de los entramados pilares que contenian el jardin interior de desbordarse hacia el salon. Sonrio en medio de su negro manto de estrellas y, feliz, durmio en el amacer de un dia, un dia de fuego, un amanecer de fuego como ningun otro. |