Después del funeral, Iván regresó devastado a su departamento. No había tenido tiempo de recoger. Encontró todo tal cual como lo había dejado. Cuando tu prometida muere, la limpieza no es exactamente tu prioridad. Caminó torpemente hacia la cama, se sentó en la orilla y suspiró . Aflojó la corbata de su cuello, mientras recordaba la primera vez que sus labios tocaron los de ella, seguido del estruendoso sonido del trailer impactándose con su auto, causándole la muerte instantánea.
Dejó caer la espalda sobre las cobijas. Acarició la fría sabana que aun desprendía su perfume. Su mente vagó a la ultima vez que habían estado recostados sobre la cama. Ese día habían estado platicando de viajar. Ella quería ir a Austin. El quería ir a Guadalajara. Ella quería despejarse. El solo quería estar recostado junto a ella.
Mientras pasaba la mano por debajo de las almohadas, sintió un extraño objeto. Lo tomó y lo trajó al descubierto. Un sobre que tenia “Iván” escrito. Miró dentro de el, para encontrar una olvidada carta. La miró fijamente, titubeando en leerla. No le importó, quería volver a oír su voz, aun si solo fuera en su cabeza.
“Iván:
Escribirte esta carta es una de las cosas mas difíciles que he tenido que hacer. Pero tenia que hallar una manera de comunicarme contigo. Siento que cada vez que intento hacerlo te cierras y no puedes ver mas alla de tu nariz. Ya no soy feliz. Ya no me hace feliz tu toque, ni tus besos. Siento que ya no te conozco, que solos estamos siendo amables el uno con el otro.
No puedo seguir viviendo una mentira, no puedo seguir diciendo que me encanta tu forma de ser y sentir una pesada culpa por mentirte. No espero que de la noche a la mañana todo mejore, pero tampoco pienso cegarme al hecho que paso unas buena parte de mi día, tratando de recordar por que alguna vez me enamoré de ti. No me gusta la persona que soy cuando estoy contigo. No podemos seguir viviendo una fantasía, oyendo melodías angelicales, fingiendo que todo esta bien; viendo películas de los 70's y hablando de literatura mientras compartimos un café. Aborrezco el café, tu desgastado, feo y oloroso sofá rojo, tu pedante arte, tus historias estúpidas de Beatles, y sobre todo tus falsas caricias que me haces cuando estas enojado. Sin embargo, la cobarde aquí soy yo. Por no haber dicho nada y permanecer callada.
Te escribo para decirte que conocí a alguien mas. Un hombre bueno y sencillo que alimenta mi alma, no un perro arrogante que cree ser un intelectual. Disculpa que digas estas cosas, pero me lo he mantenido callado lo suficiente.
P.D. No vuelvas a buscarme, para cuan...”
No tuvo tiempo de terminar la carta, de haberlo hecho, no la estaría leyendo en ese momento. Permaneció serio, inmóvil y sereno por un considerable tiempo. Tomo unas tijeras y pegamento. Después de unas horas de recortar y pegar entre sollozos, volvió a leer la carta.
“Iván:
Me encanta tu nariz y tu amable alma. De noche y mañana pienso en ti. Cuando vuelvas, compartimos un café lleno de caricias, como en una fantasía. Se que no es perfecta tu forma de ser, pero me haces feliz. Amar la literatura de tu persona es sencillo. Te espero en el sofá rojo, oyendo a Beatles, pensando en tus besos.
P.D. Alimenta al oloroso y desgastado perro.” |