“Te amo”, siento que eso lo escuché ayer, al estar junto a ella, la princesa moderna, esa adolescente con sonrisa impenetrable y lágrimas imprevistas, princesa moderna, entrégame mi corazón, mi tiempo, mi alma, esas que quedaron plantadas en la arena, ese minuto que duró trece años, esa sonrisa real que salió de tu corazón en ese preciso momento en que te volví a ver, ese beso diciendo nuevamente que teníamos otra oportunidad, ese abrazo que hizo salir de tu pecho a tu corazón, como nuestras manos se entrelazaban y ya no éramos más unos forasteros en tierra de enamorados.
Ojos asesinos que sollozaron cuando me vieron, tus colmillos relucían queriendo retratarse, y suavemente mordí tu labio confesando que no quería soltarte, y en un parpadeo estábamos en la playa, en la arena, en nuestro refugio que compartimos con ciento cincuenta personas más, te tenía conmigo, éramos de carne, no éramos sueños, y fue así como me morí, al verte sonriendo ante la historia escrita con nuestros corazones, mi cuerpo se paralizaba, mi corazón dejaba de funcionar, de latir, de vivir, mis ojos no pestañeaban ni cambiaban de forma, y mis labios no paraban de moverse diciendo algo más de lo que mis palabras exhalaban. Todo quedó en la arena, mi mochila, mi cuaderno, mi esperanza, mis oportunidades, y nuestros cuerpos, pudorosos pero curiosos, amantes de carretera, soñadores con no más que vida en los bolsillos.
Ya no eras mi eterna enamorada, no eras ni el pasado ni el presente, eras el futuro, el día después la prueba final, el beso que iría a dar, y no el que di, la persona que iba a cuidar y que ya no había cuidado, eras una fantasía real. Cuando estuvimos caminando por las calles, dando los mismos pasos y saboreando el mismo sol, no eran más que luciérnagas quienes nos veían pasar, cuerpos sin rostro y sin identidad para nosotros, espías y payasos entrometidos en mi sueño, tu sueño, nuestro sueño.
Que hermoso fue sentir tu aliento cerca de mi cara, en un viaje al fin del mundo, en un bus hacía un destino inminente pero lejano, verte como un amor en la sombra, como una niña temerosa de las represalias y como mujer con felicidad incalculable. Los besos y caricias aún los tengo en mis paredes, en mí día a día; quizás quien sea yo, quizás tenga nombre o solo sea un invento tuyo, ¿Soy real? ¿Qué me dices tú?, ojala pudiéramos huir, de tu mente y de la mía, de todo, de la vida y la muerte, usemos esa última oportunidad que nos queda, la eterna, la que siempre saco del bolsillo, recuerda como es cuando te veo los ojos brillar, muéstrame que es real, que lo somos, que tengo alma y que no soy simplemente una imagen creada.
Somos extraños compartiendo una vida, bajo el mismo sol, no olvido nada de ti, recuerdo todo, desde tu rostro, tu aroma, tu sabor, tus expresiones con los labios, tu cuerpo, la forma de tu pecho, tus piernas, tus dientes, no hay detalle que se me pueda escapar, como hubiera querido cambiar el mundo y haber estado solo contigo ese momento, sin nadie que pudiera interrumpir nuestro tiempo, nuestra oportunidad, la última y la primera, la que me hizo feliz y la que me tiene aquí sin poder respirar, la que te hizo amarme y ahora quiere hacerte olvidar.
Mis manos te vieron más allá de todo y mis ojos te tocaron hasta tus penas, y aquí estoy nuevamente, perdido con un mapa y una brújula, conozco el camino, se cómo ir y volver con los ojos cerrados, y aun así… estoy perdido. Por favor, dime, dime si soy real, o si puedo desvanecerme en el viento…