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Tijuana BC. Dic. 2011. Debo volver a mis obligaciones laborales.
La algarabía de mi regreso ha quedado atrás, la frialdad y el silencio han quedado fuera de la casa, ahora luce habitable, cálida y rodeada de un oloroso aroma a café.
Hoy mi día se presenta con luz y tibieza limpias.
Atrás, han quedado el estruendo de la maquinaria diesel, los acarreos de minerales y las horas de trabajo agotadas de tanto ir y venir en días anteriores.
En las calles los pinos navideños, cargan los adornos y de sus ramas se escapa el aroma festivo y evocador de la fiesta grande que es La navidad.
La cena futura, trae esperanzas de un año nuevo y a la perdida de la noción del tiempo.
Los propósitos y deseos, comienzan a dibujar sus siluetas en la conciencia, y en el recuento de amistades y familiares.
Se va el año, y en mi diario personal, encuentro el gusto y asombro de encontrarme con amistades cálidas, que me brindan su cariño en tiempo presente, aunque, algún@s, sólo sean a través del correo electrónico debido a las distancias.
Cuerpo ausente, sólo que en mente y corazón, sentimientos presentes.
Se va el tiempo de mi descanso, y debo volver a mis obligaciones laborales.
Este lapso que se termina, me hace ser consciente de las añoranzas y alegrías que la vida o Dios, Dios o la vida me regalan.
Encontré con entusiasmo a quienes quiero y descubrí, que puedo bailar de gusto con mis amistades y llorar en la nostalgia.
Miré también el entusiasmo de mis compañer@s para maravillarse en el aprecio.
Situación que me llevó a la reflexión del afecto y los altibajos de las relaciones humanas.
Valoro sobre todo la calidad de mis compañer@s y dejo atrás las diferencias para abrazarles de nuevo.
La vida, nuestra vida inicia, un nuevo recuento, un día de estos, pronto cumpliremos años otra vez.
Sólo nos queda la esperanza, la línea del horizonte que se aleja cuanto más nos acercamos, aunque tan real como la necesidad de imaginarnos mejores días.
Ver el final de las vacaciones, aunque para mi, es siempre triste mirar caer el sol a la distancia, es renunciar un poco al sueño nuevo.
Ahora el día se abre paso entre las horas nuevas, recupero en parte el sentido de ser y antes de imaginarlo, mucho antes, alguien cierra el telón, del último acto.
Ups, aún no he aprovechado el día, hoy, a través de estás líneas, renuevo la esperanza de mañana.
Abriré las ventanas, veré flores, sólo que primero, extenderé los brazos, seré así sólo mía desde el alba.
Voy a retornar a mi trabajo, allá a orillas del mar de Cortés, donde se encuentra uno de los cinco municipios de Baja California Sur, que fue descubierto por los jesuitas y que se conoce con el nombre de Mulegé.
En este municipio, escondida y rodeada de desierto, se encuentra Santa Rosalía, ciudad que por su autenticidad, magia e historia, desde hace ya más de dos décadas, fue declarado monumento histórico.
Cuenta la historia que el fue Francisco de Ulloa el primer visitante europeo que navegó los litorales del Golfo de California.
Y que Juan de Basaldúo, padre jesuita, fundó la Misión de Santa Rosalía, una de las misiones de la famosa Ruta de las Misiones de la península de Baja California.
Su arquitectura francesa se debe a la instalación de la Compañía “El Boleo” en el año de 1885 por los franceses, quienes asombrados por la abundancia de cobre en la región obtuvieron una concesión del Presidente Porfirio Díaz para extraer este mineral.
Calles, edificios, casas y monumentos trasladan a Francia, ya que aunque las actividades mineras realizadas por los habitantes de en otra época concluyeron con los conflictos en que se vio envuelta la Republica de Francia con la Segunda Guerra Mundial, se hizo el esfuerzo de conservar la ciudad como si el tiempo no hubiera pasado.
A cambio de dicha concesión, la compañía francesa construyó lo que ahora es la ciudad de Santa Rosalía.
Fueron también los responsables de la creación de la ruta marítima entre esta población y Guaymas Sonora, atravesando los 100 Kmts que separan de costa a costa.
Además de construir las edificaciones que hoy la mantienen viva y que abrigan la historia con monumentos y construcciones tan famosas como la Iglesia de Santa Bárbara; construyeron las casas donde viviría la población francesa involucrada en la actividad minera y los obreros mexicanos.
Además de levantar el paisaje con edificaciones y vivienda, la empresa minera “El Boleo” fue la responsable de crear escuelas, estableció la energía eléctrica y el teléfono; y un contexto arquitectónico que hoy en día representa para muchos la ciudad más bella de la península de Baja California Sur.
La construcción con mayor popularidad y prestigio es la Iglesia de Santa Bárbara.
Se dice que esta estructura, realizada en hierro galvanizado, fue obra del famoso arquitecto francés que realizó una de las obras más célebres de la historia ubicada en Paris; La torre Eiffel. Cuentan que en 1884 Gustav Eiffel diseñó esta iglesia para una exposición Mundial en París que se realizaría al año siguiente y que más tarde fue desmantelada y depositada en Bélgica. Finalmente fue instalada en Santa Rosalía, localidad que le ha dado vida y donde hasta el día de hoy presta sus servicios a la población.
Su estilo colonial francés hace fiesta de su belleza y se combina perfectamente con ornamentos de la época, con vitrales llenos de color, imágenes religiosas dotadas de un sentido artístico digno de admirar.
Su interior y exterior son impecables, la armonía y proporción de su fachada, que se acompaña con algunos árboles en sus laterales, y los escalones que nos trasladan a la entrada son una belleza real del edificio.
Las estrechas calles son acompañadas de negocios y casas del mismo estilo colonial.
Las reducidas vías alegran la vista y la refrescan con las construcciones que en muchos casos han sido restauradas, rodeadas de los árboles que acompañan las aceras.
El paso de los misioneros por Santa Rosalía dejó una huella que se puede distinguir en una iglesia levantada en piedra.
La primera piedra se colocó en 1705 y 61 años después fue finalizada.
La construcción resulta imponente a la vista por sus grandes muros de piedra acompañados de una manera muy sutil y sencilla con algunas ventanas y puertas de madera.
Tranquilidad y serenidad transmiten la gran estructura acompañada de algunas plantas desérticas que evocan esa misma simpleza.
En medio de paredes pesadas se puede visualizar un altar en su interior, que se ve iluminado por la luz que permiten las ventanas del sitio.
En este altar se aloja una estatua original de Santa Rosalía que data del siglo XVlll.
Este es uno de los rincones que enriquecen al visitante con su magia e historia.
El paisaje y los relatos invitan a sentir ser parte de esa época, los restos de historia se hacen presentes en cada paso que se da, en la arquitectura, en la panadería “El Boleo” que aún sigue horneando el pan con las técnicas y recetas francesas de aquellos días.
Los edificios públicos se adornan con su estilo colonial francés, es un sitio seductor donde gobiernan la belleza y la armonía.
Lugar donde se enlazan tradiciones y costumbres rancias, donde convergen la mística religiosa y un delicado toque francés que cubre cada uno de sus rincones, conjugado y envuelto con un esplendor y riqueza natural que no sólo remonta al pasado, sino que impulsa a valorar su belleza actual, la que dejan los residuos del pasado para formar un presente.
Andrea Guadalupe.
Desde mi rincón existencial, de donde pronto partiré, extendiendo los brazos para dar y repartir los saludos que me hacen falta entregar.

Texto agregado el 05-12-2011, y leído por 134 visitantes. (0 votos)


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