Pesqué mi MP4 y le borré unas canciones, no porque fueran malas, sino porque no las reproducía.
''Formato no reconocido'', decía en la pantalla.
Problema
¿Y qué hago ahora?

Me pongo los audífonos t hago sonar a Chiodos, Silverstein, Taking Back Sunday, Underoath, Saosin, Confide, y una larga y extensa lista de más bandas.

¿Y qué hago ahora?
Es que me dan ganas de tomar el celular y mandarle un mensaje…
''T xtraño – escribo – aunq no lo creas… t qero, aunq no lo dmustre… aun t qero…''
Busco su número entre mis contactos.
Es sólo cosa de apretar el botón, y habré perdido la guerra… me habré rendido al enemigo.
Pero no.
Mi dignidad vale más.
Mi orgullo no tiene precio.

Borro todo y me maldigo por mis pensamientos débiles y desbocados.

¿Y qué hago ahora?

Busco consuelo en las letras, pero la poesía me deja peor.

¡Ay de mí!

''Eres muy joven para estar deprimido'', dice mamá, pero yo no estoy deprimido. No.

¿Y qué hago ahora?

Tomo la guitarra y le cambio las cuerdas, una por una, excepto la cuarta, porque es nueva.
La afino, pero suena mal, y le vuelvo a cambiar las cuerdas, y no suena bien, y la dejo ahí, tirada en mi pieza, con la ropa sucia, y la cama deshecha, y las hojas, y los libros, y los cuadernos, y los poemas, y los cuentos, y las tablaturas, y las canciones, y mi alma, y su rostro, y sus ojos, y su cuerpo, su recuerdo, y su virtud…

La virtud, la maldición…
La clara obsesión de martirizarme…
''¿Está muerta acaso?''
De poseerme en su mente…
'' ¡Está muerta, te dicen! ''
La sensación de desdoblarse…
''Tú no entiendes…''
De morirse…

De olvidarse.