Luego que el corazón deja de bombear hasta superar la lógica… casi parece gracioso.
Es curioso como el hombre puede reírse de cualquier cosa por trágica o terrible que sea, cuando carece de relevancia para él; como cuando otra persona resbala y cae aparatosamente por ejemplo o… cuando es absolutamente inevitable.
Hoy al recibir la orden de reparación, me pareció una lata; no le di ninguna importancia, lo había hecho tantas veces, estaba formalmente capacitado para hacerlo… era…simplemente rutina.
Incluso cuando salí de la cámara intermedia y sentí en el cuerpo el cambio de presión me recordó la puesta en marcha de un ascensor; perturbador cuando se es niño y se siente por primera vez, parte del diario trajín después.
Si todo sale bien, calculo que me quedan una dos horas, quizá un poco menos.
Me arrepiento de no haber puesto más atención a la teoría física, al movimiento uniformemente variado y a toda esa perorata que pasé por alto distraídamente ¡total lo mío es lo práctico!...y bueno, así es la vida, cada uno tiene lo que se ha buscado.
La reparación fue exitosa y en estas circunstancias eso es, de alguna manera, un alivio. El capitán, después de la estupefacción, se sentirá aliviado también. La reparación se alcanzó a terminar de manera exitosa y luego de este pensamiento, tan lógico y natural, tan apegado al procedimiento de supervivencia, sentirá un escalofrío y un pesado sentimiento de culpa.
Me habré convertido en un héroe; si la fisura no se cerraba no lograría la nave el reingreso a la atmósfera y la tripulación de 22 hombres perecería sin remedio.
21 de 22. Parece gracioso que ese mínimo costo, desde el punto de vista del éxito de la misión, esa estadística favorable, ese daño colateral dentro de los márgenes esperados, para mí sea la diferencia entre la vida y la muerte.
Cuando el cordón de vida se cortó, después de haber terminado la reparación de la fisura en el fuselaje exterior de la nave, sentí pánico.
La palabra pánico que ocupamos tantas veces en contextos tan distintos, cobra real sentido inmediatamente después de sentirlo y solo entonces caemos en cuenta de lo apacible que fue nuestra vida.
Sólo cuando el corazón dejó de bombear de forma desbocada me di cuenta que estaba riendo. No de miedo sino de lo irónico e inapelable de mi muerte.
Siempre se ha dicho, y es dado por cierto, que cuando nos damos cuenta de estar enfrentados a nuestros últimos momentos, la imagen en retrospectiva de toda nuestra vida pasa ante nuestros ojos; yo estoy flotando en el espacio, de manera uniforme y continua, ni siquiera podrán recuperar mi cuerpo porque significaría un riesgo que a estas alturas de la travesía es mortal y lo entiendo, y no me ha pasado nada de eso.
Probablemente sea porque según mis cálculos todavía me queda más de una hora de oxigeno….o… porque olvidando todo lo demás, la tranquilidad que aquí se siente es maravillosa.
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