Con gusto de echaría un par de garabatos, pero no, porque te amo (¿te amo?).
Con gusto te daría una bofetada, pero luego de un jugoso beso, para contrarrestar los efectos, digo yo.
Dicen los rumores que aún me quieres… o que en realidad me quieres… eso dicen los rumores... pero sólo son eso rumores,
Ya sabes tú…
Mitos y leyendas, mitos y leyendas de Gonzalo… (Seguramente te preguntas ahora quién carajo es Gonzalo… y yo me pregunto lo mismo).
No soy adivino yo, pero puedo adivinar qué piensas de esto… ¿tengo que repetirlo?, porque estoy cansado de lo mismo todos los días.
Rutina envoladora, llena de angustias y pesada como el calor de Mendoza, sofocante como el verano de Lima… así con la húmeda temperatura de la selva Inca… pegote…
El por qué de tantas preguntas que no podemos responder está básicamente en un diario… sí, así de simple, en un diario de esos con los que envuelven los huevos cuando no tienes una cajita de huevos… el diario con el que envuelven el pescado… el diario con el que te limpias cuando no hay confort (ya, papel higiénico pa’ que entiendan los extranjeros), así de simple.
Mis respuestas y las tuyas, querida muchachita piel de miel, están en un puzle de La Cuarta, o en los anuncios comerciales de El Mercurio… hasta en el obituario de cualquier porquería que leas.
Bruta no ma’, si no entiendes nada de nada.
Si te hablo del diario crees que realmente te hablo del diario, y si te hablo de música crees que te hablo de música…
Con gusto te pegaría un tiro, pero me vería en la obligación de tragarme la siguiente bala, y no me quiero ir al infierno… sé que allí tampoco estarás tú.
Así que me dedico a divagar en estos juegos de palabra.
A pasarme horas frente a una hoja en blanco, pensando en títulos, en párrafos, en versos, prosas, verbos, rimas, metáforas, hipérboles, o simplemente palabras duras y ásperas.
Encerrado en un cuarto amarillo, lleno de moho, con cortinas azules, pero sin ventanas… leyendo y leyendo en las paredes los versos tristes de un poeta deprimido, con la música saliendo de una alcantarilla oxidada posada en mi pecho. Y un corazón que ya no late. Una esperanza que ya no vuela.
Y las ganas no se calman.
Las de echarte un par de palabrotas. De abofetearte. De besarte. De pegarte un tiro. De abrazarte. De decirte algo. Que te quiero (¿te quiero?). O que simplemente ya no importa mucho lo que sea a lo que le dimos importancia.
No importa. |