A veces surge inesperada desde las entrañas de mi desolación y la encuentro sola jugando dentro de mi. Me hostiga si estoy solo y deprimido, pero también aparece cuando llueve en otoño, en especial por las noches; ó en una mañana cuando el aire huele a pasto húmedo recién cortado. No sé como lo hace pero llega y no me deja en paz hasta que no cumplo con lo que me dice hacer. No concibo la vida sin ella, por eso a veces saber donde hallarla me consuela. Creo que tenemos los mismos gustos: pasear por el pasado por ejemplo, aunque no siempre regresamos al presente juntos. Es entonces cuando la extraño tanto que poco me importa sufrir su a menuda y cruel indiferencia cuando al cruzarnos me ignora. Me basta simplemente con verla aunque se oculte dentro de mi. En ese momento me faltan ojos para intentar retener su imagen, porque ella se desliza tan rápidamente que deja en mis retinas solo el deseo incontenible de ahogarme en sus ojos. Me idiotiza mirarla; pequeña, diminuta a veces y otras tan inmensa que me vuelvo insignificante frente a ella. Llego a la cumbre de mis anhelos cuando sorpresivamente la descubro haciendo equilibrio sobre el borde de la copa en mi vino. Se sienta en la orilla, sobre el cristal y me mira sonriente. Es cuando en cada sorbo que bebo la beso. Su boca tornada a vino y su cuerpo en el cristal de la copa que sostengo con la mano, se materializa y se hace mi amante solo por unos minutos. Es como un matrimonio inconcluso en el que atrapado por su fascinación, solo yo di el incondicional si del formulismo. Desde el primer día en que la vi, no faltó a la cita una sola vez; todas las noches llega puntual para sumergirse en mi mente intentando siempre convertirse en obsesión. Y lo logra. Si algún día cansada de mi, desapareciera, sin que ella lo sospeche me quedaré con su fantasma, para que sepa que no voy a olvidarla. Cuentero, cuentista, fabulador, mentiroso, mitómano quizás para quienes simplemente buscan disfrutar leyendo, aunque lo que lean sea irrelevante. En todo eso me convertí, mal ó bien, por ella. El fantasma suyo me perseguirá toda la vida, para martirizarme obsesivamente obligándome a cumplir con el mandato divino que por ser su elegido me tocó en suerte. Aquí estoy pues, como un esclavo, dispuesto a contar lo que desde su alegórico silencio fantasmal cuando llegue le dicte a mi mente, para jugar una vez más a inventar historias soñando con ella siempre en el papel principal. Quisiera poder decir a los cuatro vientos su nombre y que todos sepan quien es. Pero temo desatar al hacerlo su contenida vanidad. Que tal entonces, si para evitarlo cambio su nombre. Si claro… la llamaré en secreto “inspiración” y así yo solo sabré quien es en verdad.
Posdata para ti: “ Así es el fantasma tuyo...” ¿Te quedó claro?.