Fiera venganza la del tiempo
que te hace ver desecho
lo que se amó
Enrique Santos Dicépolo (Dicepolín)
No era ella
No es ella… no. Es cierto que en algo se le parece… pero definitivamente, no es ella. Bueno… se balancea como ella lo hacia al caminar, con las manos sueltas y acompasadamente, con una de las muñecas quebrada hacia afuera, si… pero no es, me niego a creer que es ella. Basta mirarla para darse cuenta que le falta el aire y la gracia que ella tenía. Además esa mujer tiene el pelo distinto, ¡que se yo! Diferente… En la onda al medio, en lo largo, en lo lacio, reconozco que si, que cierta similitud tiene, eso no voy a negarlo, pero… no sé… hay algo… El color, si eso… el color. Esa mujer tiene el pelo algo cano y ella seguro, no hubiese dejado que se lo vieran así… sin teñir. Insisto… no puedo creer que esa mujer sea ella. Es extraño pero entonces… porque me llama tanto mirarla. Algo me atrae de esa mujer. Ahora que se detiene en la caja y sonríe frente a la cajera noto que lo hace tan dulcemente, muy igual a como ella lo hacía, apenas moviendo la comisura de los labios. Si pudiera ver sus ojos, si su mirada y la mía se cruzaran por un segundo, nada mas… Confirmaría lo que digo… que no es. No me animo a acercarme por miedo a que gire y me vea… Pero ¿Por qué? Si estoy tan seguro que no es ella ¿Por qué no acercarme?. No voy a quedarme con la duda. Cuanto más me aproximo mas siento el corazón desbocado. ¿Porque temo tanto que me presienta cerca y que al girarse sus ojos me confirmen lo que niego?. Voy a dejar que en la cola otra persona se ponga delante mío… así podré contemplarla mejor sin que sospeche. Logro ver desde aquí sus manos ahuesadas, arrugadas, temblorosas, las uñas cuidadosamente pintadas nácar… El tiempo inexorable, paso también para ella. Por aquel entonces su piel era como la porcelana, su perfume fresco como una brisa… Como añoro aquellos días en que su cuerpo olía a eternas primaveras. Parece que estoy sintiendo aquí aquella fragancia inolvidable… ¿Será que viene del pequeño pañuelo que acaba de sacar de su cartera para secarse la comisura de los labios…? Si viene de allí, ¡ese es su perfume! Entonces… es posible. ¿Es ella en verdad?. Me está mirando…. ¡Oh Dios…! Si es ella… es ella. Sus ojos penetrantes, decidores, inigualables. Jamás podría confundirlos. ¿Pero que hace? ¡…!
Indiferente, ignorante, se comporta como si en su mente no registrara quién soy. No puedo creerlo. Volvió su vista a la cajera y ahora se va.
Será que ya no me recuerda… ¿me olvidó acaso? ó será que nunca llegué a ser tan importante para ella como siempre supuse serlo. No supo ó no quiso ver en mis ojos… lo que el tiempo, jamás pudo cambiar en mi… lo que aún hoy siento por ella.
Si es así… prefiero dejar que la duda termine por convencerme que tal como lo presumí desde un principio…
…“no era ella.”
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