Tengo la sensación de haber dormido en tu cama,
de haber permitido que el cuento de tus sabanas me envolviera un día que empezó como cualquiera y, del qué -por suerte- no recuerdo el final.
Esa sensación me provoca ir a buscarte y rebuscarte
en todos los que se llamen igual ó que por lo menos
tengan el sentido del humor qué, adivino, tendrás por las tardes.
Tengo la sensación inequívoca de haber comido de tu boca
alguna que otra anécdota, de haberme emborrachado de cabellos, cigarros
y tú, que sabes ocre, salado, a veces a dulce de leche,
ta haz volcado sobre mi -sin miramientos, sin detenerte a pensar-.
Tengo la vaga idea de haberte acunado,
de haberme abierto el cuerpo en canal
y dejar que durmieras y bebieras y bailaras y te escondieras en el.
Tengo la sensación... la terrible sensación.