Al horizonte solo se veían un montón de piedras erosionadas por el agua. Cuándo pisé la primera piedra pensaba que me dolería, pero estaba lisa y la segunda y así sucesivamente hasta que ya no había piedras solo agua, miré a lo largo y solo vi el océano.Aunque decir solo debería estar prohibido. Inspiré fuerte y olí el agua salada, el océano, las gotas de agua que jamás llegaban a darme...
A mi alrededor no había nadie, a lo lejos no vi ningún barco, tal vez porque el error de Ramón San Pedro nos había enseñado algo.
Al darme la vuelta volví a notar una ola sobre la roca, mi roca. No estaba preocupado sabía que el océano, no me haría daño.
Salí corriendo sin mirar la vista atrás para no tentarme, solo frené en un charco en el que me encontré un cangrejo y varios peces, fue un gran fallo por mi parte, ya que el cangrejo salió corriendo hacía el mar y yo le seguí con la mirada. El océano no me haría daño, pero no dudó en tentarme.
Volví a la roca, a mi roca donde durante unos minutos pensé que esto podría ser el fin del mundo, que mas haya no habría nada. Al acabar ese tiempo decidí comprobarlo, me tiré al agua y fui nadando hasta que una ola me devolvió a mi roca donde me di un fuerte golpe en la cabeza.
Mientras me ahogaba seguía mirando aquella roca, mi gran roca asesina, desde donde se veía el fin del mundo, donde desde mas haya no habría nada |