Te debo una disculpa.
Esa mujer temerosa, expectante, pendiente de tus gestos y tus palabras, no era yo.
Era la que aparece cuando surge una brecha en la coraza. La que me protege del dolor.
No me ayuda, sé que no me ayuda para nada. Se fué haciendo fuerte con cada desilusión, creció tanto que me superó.
No pude con vos. Me sentí chiquitita, minúscula.
Me adapté a tus gustos, tus decisiones, me amoldé a vos como si fuera de arcilla.
La de adentro de la coraza gritaba, luchaba por salir, y no podía.
La de adentro de la coraza se sofocaba, veía que te perdía y se moría de amor.
La de adentro de la coraza se resignaba a ver como te alejabas inexorablemente, incomprensiblemente.
Rechazado por mi, por esa mujer dura que soy cuando se me acercan.
Por esa mujer llena de miedos, con terror de sentir, con pánico a la vida.
Pero, sabés? ya no está mas.
Se fue.
Y aunque para un nosotros es tarde, sirvió aprender que somos espejos del otro.
Que cuando no damos amor, tampoco lo recibimos...que cuando nos encerramos, el otro también se encierra. Y así vamos caminando por el mundo, como muñecos vacíos, chocando unos con otros, incapaces de sentir...
Se fue. Y queda la otra, la de porcelana. Que ya no tiene miedo de romperse, porque sabe que se arma de nuevo.
Que vale la pena una vida bien vivida, con amores, ilusiones, alegrías, y también sin amores, con desilusiones y tristezas. Porque está hecha de todo eso junto, y así vale la pena.
Y me despido de vos, agradecida por lo aprendido, por el amor que me diste, por el que pude darte, porque a partir de ahora escribo otra historia.
Con otro nombre, otro cuerpo, otro olor... y esta nueva mujer que soy, que se levanta a la vida como una luna llena.