Yo soy solo un simple YO, que logro escapar de mí mismo cuando estoy concentrado en mi otro yo. Yo soy yo, y yo soy yo; tú eres tú, y yo soy yo, que se repite la secuencia cuando es tu turno y no el mío o cuando es el mío y no el tuyo; dos opuestos exactamente iguales. Yo no soy tu, ni tú eres yo, una verdad irrefutable, aunque me mire en un espejo. No naciste del vientre de mi madre, más bien del ejercicio reflectante de la imaginación mía. Pues, acercándome a ti me di cuenta que no eres yo, ni formas parte de vida. Yo tampoco lo hago, ni es mi osadía transcribir pensamientos literales de mundos opuestos encontrándose con música entrelazada con los cabellos de la eternidad. Que cosa mas extraña me has significado, cuando por fin pude mirarte desde lejos y decirme a mí mismo que no encontraba cosas distantes y semejantes que pudieran hacerme sentir como un bobo dentro de tu existencia, percibiéndose vaga y fortuitamente por unos aires de violencia que desencadenan toneladas de infructuosas calamidades. Solo estoy parado ante el lado opuesto de una parte de lo que no pretendo ser, ni nuca lo pretendí, ni nunca lo pretenderé, pues estoy contento conmigo mismo, pero siempre encantándome y deleitándome en el placer de la humildad cuando ésta tiene como único y real objetivo sentir en carne viva y a flor de piel el aprendizaje de la bondad amorosa. Qué otra cosa puedo decirte, mi extraño personaje, que me miras fijamente como si quisieras decirme lo mismo, pero eso es lo diferente, eso es lo increíblemente imposible que nos hace desiguales, sólo yo lo digo, tu solo lo dirás en tus visiones que sueñas y sueños que vislumbras con tan pocos metros cuadrados de disponibilidad que encierran y conforman tu lugar de habitación; espantándome detrás de la estela, rompe y arma el silencio, ese es tu castigo. |