Se puede creer que se tiene todo, incluso estar totalmente seguro de ello, pero no siempre es cierto.
Yo pensaba tenerlo todo, no quería más, mis ansias de vivir estaban totalmente colmadas por todo aquello que me rodeaba, estaba a resguardo de mis cuatro paredes que me protegían de todo mal y me recompensaban con un simple y descomunal calor.
Pero como he dicho antes, no siempre los sentimientos y situaciones son reales,
De repente las paredes dejaron de ser tan gruesas y por diminutas ranuras dejaron entrar un aire frío que anulaba el calor que me alimentaba.
Fue sucediendo lentamente, constantemente, imparablemente, hasta que llegó el día del caos absoluto, el día en que mis ojos volvieron a irritarse por la sal que segregaba mi corazón, el día en el que me apoye cansado sobre la pared y todo se precipitó como si de un castillo de naipes se tratase.
Una a una, derrumbándose, mientras que los escombros comenzaban a cubrir mi cuerpo, mi llanto, mi alma rota atrapada por todo aquello que tiempo atrás me hacía feliz.
Tan vacío de mi mismo que no dejaba a nadie acercarse para que me ayudara, el roce de los pedazos de paredes me recordaban todo lo que tuve y ahora había desaparecido.
Atrapado por un silencio que no se rompe con mis gritos.
Atrapado por todo aquello que no fui.
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