Y decidí jugar, sin conocer las reglas del tablero, esta vez mi ego me empujaba a ganar, no era tan serio el asunto, nada que no pudiese manejar.
Y subía un escalón con cada movida, la suerte estaba de mi lado aunque por las esquinas la partida se complicaba sin percatarme de que estaba en la cornisa, a punto de caer en un abismo al cual despistadamente me acerque.
Y jugando rudo, creyendo no tener nada que perder me lo fui tomando en serio, descubriendo secretos, manejando claves, pasadizos, mundos nuevos en los cuales naufrague.
Y cuando tropecé me di cuenta… No era mi turno, ni mi partida, aposte todo y perdí más de lo que podía, endeudando mi alma conmigo misma.
Y a pesar de creer, de confiar que existía alguna posibilidad en este juego de azar, arrogantemente celebre vanagloriándome con champagne mental por un triunfo que nunca iba a llegar. No hubo as debajo de mangas, tácticas de guerras inexistentes en la sala, ni nada para retar… Era todo parte de un juego que había perdido, por tomármelo en serio.
Ya no hay marcha atrás.
|