La dulce forma de ser
Caminaba la admirada mujer,
Portando un aspecto
Y contorno mágicos,
Magnéticos e imposibles
De ignorar, pues tal era
Su extraordinaria apariencia.
Era un ser que, nunca dormida,
Escrutaba constantemente
Las carátulas de todos
Los mensajes.
Comprendía solo con sus sentidos,
Olfato vista, y eso que
Define grandes cosas,
Con formas y colores
Y mentiras si las hay,
Todo ello a través del
Sentido, que como una
Gran circunferencia,
Recoge todos los resquicios
Y datos, perdidos y translúcidos,
Que sin oprimir el pulsador,
Aparece sin avisar,
Denunciando y quitando
Los carros que están delante,
Diciendo sin palabras
Que se llama sentido común.
Más lo que realmente la distinguía
No era su dulce forma de ser,
Sino su gran habilidad para evitar,
Sin que los duendes se sorprendiesen,
Que los obsesos predadores
No alcanzasen a imaginar
Si su aroma era natural por bella,
Quizás un perfume u otra cosa.
Pero nunca sospechaban que,
Lo que hacía realmente,
Era huir de sus zarpas tiñosas.
Aguadulce, noviembre de 2011
José María De Benito
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